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El 19 de septiembre de 1916 una Real Orden aprueba el expediente de concesión, el 17 de enero siguiente se otorga la misma, y el 24 se constituye la Compañía Metropolitano Alfonso XIII con un capital de diez millones de pesetas. Poco tiempo después se inician las obras de construcción en la Puerta del Sol. En este punto es preciso hacer referencia a la primera vez que se habla de “la construcción de una red férrea metropolitana”2 para Madrid como precursor de la presentación de otros proyectos anteriores al del metro actual, de los que destacamos los de los Ingenieros de Caminos Pedro García Faria (1892), Manuel Becerra (1898) por encargo del urbanista Arturo Soria, y por Ramón Aguado Olloqui que fi rma el diputado e ingeniero Bores y Romero (1904). Cédula de Fundación. Foto del autor Las difi cultades del Metropolitano Primera: la fi nanciación Por Real Orden del Ministerio de Fomento publicada en la Gaceta de Madrid el 17 de enero de 1917, “S. M. el Rey a propuesta de la Dirección General de Obras Públicas, ha tenido a bien otorgar a D. Miguel Otamendi y Machimbarrena la concesión del mencionado ferrocarril, sin subvención ni garantía de interés”; es decir, la fi nanciación del metro tiene que ser totalmente privada. ¡Hacen falta ocho millones de pesetas! Enrique Ocharán, Director del Banco de Vizcaya, creía fi rmemente en el proyecto3; en nombre de su Entidad se compromete a aportar cuatro millones de pesetas si los fundadores de la Compañía consiguen los otros cuatro necesarios para ejecutar el proyecto de la Línea Norte- Sur. A propuesta de Ocharán se convoca una reunión con representantes de otras importantes entidades fi nancieras madrileñas del momento invitándoles a contribuir a la fi nanciación de las obras. Se recibieron respuestas tales como que el Metro no era un proyecto viable, era prematuro un metropolitano subterráneo, que el precio de doscientas mil pesetas en que tasaban sus trabajos previos los tres ingenieros era excesivo4, o esa otra con cierta dosis de humor: “el metro no funcionará porque los madrileños prefi eren ir andando sin prisas5 por la calle piropeando a las modistillas”. Ante esta negativa, los fundadores acuden a familiares y amigos consiguiendo casi tres millones de pesetas; enterado de esta situación por su secretario, el Duque de Miranda6, Alfonso XIII7 decide aportar un millón de pesetas para adquirir veinte mil acciones, recibiendo en ese momento otras tantas cédulas de fundación8 con fondos de los depósitos del Príncipe de Asturias en el Banco de España. Al día siguiente, pequeños capitalistas y ahorradores hacían cola para convertirse en accionistas del Metro. 74 Armas y Cuerpos Nº 140 ISSN 2445-0359


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