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MEMORIAL ARTILLERíA, nº 175/1-Junio de 2019 la defensa última, cargando los cañones con piedras, pues ya se habían acabado las balas y la metralla. Una monja del convento de enfrente pudo ver entonces, desde su ventana, á los dos valientes capitanes dándose un abrazo de despedida y preparándose á morir por el honor de España. El ataque fué brutal. Los cañones tronaron por un lado y otro, y el enemigo se echó encima, apa-reciendo por todas partes: para cada español ha-bía más de cincuenta franceses; éstos invadieron el Parque, entrando por otras puertas ó saltando por las tapias; Velarde quiso acudir allí, pero una bala detuvo sus pasos, atravesándole el corazón. Quedaba Daoiz solo, herido también, apoyado en un cañón para sostenerse, rodeado de enemi-gos y defendiéndose contra todos ellos. El gene-ral que los mandaba so acercó á él como para amenazarle con el bastón; Daoiz tendió su es-pada furioso, desafiándole; pero el general pidió entonces auxilio á sus soldados, y un granadero hundió su bayoneta en la espalda de Daoiz hasta asomar la ensangrentada punta por el pecho de aquel héroe, que cayó desplomado sobre el ca-ñón, su mejor amigo. La muerte de Daoiz y de Velarde puso fin á la defensa desesperada del Parque de Artillería, donde los franceses entraron vencedo-res, sin gloria, pues toda entera se la habían llevado los vencidos. Su venganza resultó horrible, y á muchos inocentes les costó la vida; pero aún fueron más los franceses que matamos en leal combate. Así terminó aquel día, tan triste mirado desde la tierra, y tan hermoso visto desde el cielo. Aprended bien, leyéndola muy despacio, esta corta lección de Historia, vosotros, los niños mayores, para que podáis enseñarla á los más pequeños, procurando que, así como, al romper á hablar, la primera voz que pronuncian es el nombre de su madre, al aprender á leer, la primera palabra que entiendan sea el nombre de la Patria. Aprender y enseñar es la tarea más noble de nuestra vida. El pueblo de Madrid, el 2 de Mayo de 1808, dió una lección á España; lo cual sirvió para que, aprendiéndola, en Bailén, en Zaragoza y en Gerona, diera después España otra lección al mundo entero. Hoy, por nuestra suerte, somos amigos de todas las naciones; la paz es el bien más grande que podemos gozar; el Ejército, que es el que la mantiene, cuando se pierde la paz, va á la guerra tan solo para buscarla; con la paz se ensanchan las ciudades y florecen los campos; con la paz se alimenta el trabajo, y con el trabajo se hacen los pueblos ricos; pero si algún día vinieran enemigos á pisar otra vez el suelo de España, ¿verdad que, si para entonces sois ya grandes, haréis lo mismo que el pueblo del Dos de Mayo? ¿Verdad que, aunque todavía fuerais chicos, sabríais pelear y morir como el niño José Amador Alvarez? Haced que su nombre, y todos los otros nombres quo habéis aprendido, formen vuestro recuerdo de aquella lucha gloriosa, y que lo llenen de tal modo, que no quedo sitio para acordaros del daño que nos hicieron los franceses; el rencor no so guarda nunca. Y en cuanto á los dos capitanes de Artillería, jefes de la defensa del Parque, ya que juntos se decidieron á perder la vida, juntos repartieron las armas, juntos pelearon, juntos murieron y están enterrados juntos, vosotros debéis conservar siempre en el corazón y en la memoria, juntos también, sus dos nombres: DAOIZ Y VELARDE” 102 de Cubierta del cuadernillo regala-do por el Cuerpo de Artillería


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