A las 9.15 hora local, con un viento del
desierto intenso y un calor considerable,
alcanzan la zona militar de la frontera Irak-
Kuwait. Intentan entrar por la zona militar,
pero les deniegan el acceso y les comunican
que tienen que pasar por la zona civil.
Multitud de llamadas entre distintas autoridades
y organismos en las que unos
aseguraban que todo estaba resuelto y
otros decían no saber nada del asunto.
Entretanto se sucedían viajes en los BMW
de la policía de Kuwait, muchos cafés y
mucha paciencia, ya que la operación podía
irse al traste en cualquier momento.
Los mantienen retenidos más de seis horas
hasta que finalmente vuelven a la zona
militar, donde les permiten el paso.
De pronto, lo ven con forma de pájaro. Ahí
está el avión español que se los llevará a
España. Consiguen embarcar a los niños
y los soldados españoles los despiden haciendo
movimientos con los brazos, que
son repetidos por los críos. Los niños se
van a un lugar más tranquilo, más seguro;
y los soldados se quedan buscando la paz.
Sólo ellos, que han tocado la noche, que
han oído el sonido de disparos en Diwaniya
y Nayaf antes de empezar la misión, que
han parado en medio de un desierto con
55 niños en la oscuridad más absoluta, que
han tenido que cerrar las cortinas de las
ventanas de los autobuses, que han tenido
que buscar las sombras con visores nocturnos,
que han andado atravesando fuertes
y fronteras, saben que en ese avión vuelan
55 pájaros para vivir un tiempo, corto o largo,
otra vida que también es suya; porque
las almas de los pájaros nunca deben vivir
en tiempos de guerra.
45