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REVISTA DE HISTORIA MILITAR EXTRA I 2015

122 JUAN MARÍA SILVELA MILÁNS DEL BOSCH palabra nación no era el determinadamente político y romántico del siglo XIX, sino próximo al de patria, como extensión de la familia. Por lo dicho, no debe extrañar que los símbolos, que necesariamente deben representar este concepto de nación por tener un componente tan abs-tracto, tengan en España un origen muy antiguo, aunque su reconocimiento oficial haya sido más tardío que el de otras naciones. En el caso de nuestro Himno, se adelantaron, entre otros, el holandés y el inglés, por citar ejem-plos europeos. Podemos añadir, además, que su formación se produjo de forma distinta. Por ejemplo, el inglés, inspirado en Häendel, y el alemán, inspirado en Haydn, se fomentaron o crearon prácticamente desde el Es-tado, aunque fueron asumidos con pasión por sus gentes inmediatamente. En cambio, el español tuvo un inicio bien humilde: una música compuesta en la década de los 60 del siglo XVIII para cuando los granaderos, fuerza de elite de nuestra Infantería, y de las tropas de la Casa Real de finales del siglo XVIII, marchasen solos y para que pudieran rendir los honores que prescribía la Ordenanza. A finales de este mismo siglo, fue encumbrado por el pueblo madrileño, como símbolo real. Tal consideración trajo como consecuencia que adquiriera, a partir de la Guerra de la Independencia, un carácter claramente nacional, aunque fuera denominada y declarada oficial por Isabel II como Marcha Real a mitad del siglo XIX. Isabel II con Alfonso XII en brazos; óleo de Madrazo. Cuartel General del Ejército


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