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MEMORIAL INFANTERIA 66

MISCELÁNEA El desfile, salpicado por los banderines de batallones y compañías, era bizarro y brillante. Llevaban el paso a los acordes de “El abanico”, o de cualquier otro de los pasodobles tan conocidos de los alumnos como de los toledanos, por sus repetidas audiciones en los ejercicios de batallón en la Vega Baja. La despedida del público a los cadetes era cordialísima, y sentimental por parte de la juventud femenina. Si a noso-tros nos parecía que se nos iba la sal de Toledo, a muchas de ellas se les iba el corazón detrás de los alumnos y todas sentían, a partir de aquel momento, una sensación de vacío, que habría de prolongarse por varios días. El sentimiento de la población juvenil femenina quedaba así reflejado en Carnavales: En Toledo, señores, hay movimiento cuando van los cadetes al Campamento. Y las muchachas, en la partida, sienten que se les marcha toda la vida. El nombramiento del coronel don José Villalba Riquelme como director de la Academia dio al Campamento de Los Alijares un nuevo impulso. Su obra principal consistió en la construcción de barracones de mampostería, que, utilizados como dormitorios y salas de clase, permitiría a la Academia trasladarse al Campamento en cualquier época del año. En 1909 se comenzó la construcción de dos de ellos, con una capacidad cada uno para 60 alum-nos, a los que seguirían otros seis en los años siguientes. Centinela del reducto. El buñolero y su ayudante. Vista del Campamento desde el norte (1906). 108 Preparando el cañón para el toque de oración (1906). El aseo matutino. Al fondo el comedor de profesores (1906). Vista del Campamento con Toledo al fondo (1907). Salida del Alcázar hacia el Campamento (1908).


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