Page 136

MEMORIAL INFANTERIA 66

MISCELÁNEA que podía contar estaban rendidas de fatiga y cansancio, eran muchos los heridos, había bocacalle que solo te-nía 10 ó 12 hombres para su defensa; y me encontraba sin oficiales, y sin reserva alguna para reforzar los pun-tos, ni con qué rechazar al enemigo en el último apuro. El cañón de a 16 metros era inútil, porque habiendo sido muerto uno de los artilleros y heridos los restantes, ha-cía dos horas que no hacía uso de él. En circunstancias tan tristes, sin esperanzas de salvación, no me quedaba otro recurso que el de rendirme a discreción, o sepul-tarme en las ruinas del edificio mayor con los restos de la valiente tropa que mandaba; mas para emprender una operación tan desesperada tenía que entregar al furor de los enemigos 200 enfermos y heridos, que ocupaban dos edificios de la plaza. En dicha hora recibí un parte del comandante D. Ramón María Arroyo, que se hallaba en una de las azoteas más elevadas de la plaza, por el que me avisaba que además de la fuerzas que nos atacaban, se divisaba una columna como de 500 hombres y alguna caballería, que parecía se dirigían a la ciudad, y que aun continuaban su desem-barco. En tan triste apuro, y en la duda de si V.S. habría o no recibido mi parte, de si habría oído o no el fuego a distancia de siete leguas, y si podría ser socorrido con tiempo, dispuse que el alférez D. Mariano Belza, acompa-ñado de un corneta, pasase adonde se hallaba el coman-dante Arroyo y le dijese, que si en efecto era cierto el número de la fuerza de la columna de los enemigos que marchaba sobre la ciudad, esperase a que estuviese bien próxima, y mandase arbolar una bandera blanca y tocar llamada al corneta. Con efecto, como al cuarto de hora vi la bandera blanca, y mandé cesar el fuego en todos los puntos. Mi objeto era ver si podía entretener al enemigo por algunas ho-ras con una suspensión de armas, para socorrer, curar y alimentar a los enfermos y heridos, y dar tiempo a que V.S. llegase con la división. Terminó también el fuego de los enemigos, y acompañado de D. Eugenio Aviraneta, secretario político de la división, tuvimos una entrevista con el general disidente D. Antonio López de Santana. Mi demanda se limitó a pedir una suspensión de hostili-dades por algunas horas, con el objeto que queda ante-riormente indicado. Santa pretendía que capitulásemos bajo la base de que seríamos conducidos a La Habana a costa del Gobierno, con armas y equipajes. Se le res-pondió con arrogancia que teníamos suficientes fuerzas y víveres para resistir 20 días a las suyas, y que primero seguiríamos el ejemplo de Sagunto y Numancia, sepul-tándonos bajo las ruinas que rendir las armas. Viendo el general enemigo esta constancia, eludió la cuestión, y ensayó otra sobre puntos políticos, y un plan en mayor, que se reducía a tener un entrevista con V.S., para lo cual pasaría el secretario político con un ayudante de Santana al cuartel general de Altamira, suspendiéndose 136 entre tanto toda hostilidad hasta la resolución de V.S. En el propio acto se presentó un oficial enemigo, avi-sando que la división de V.S. estaba muy inmediata a la ciudad, y de lo que aconteció posteriormente está V.S. instruido. Me resta ahora decir a V.S. que la resistencia que ha he-cho la tropa de mi mando en el día de ayer y noche anterior es de las más heroicas que pueden contarse en los anales de la historia, atendiendo al número y clase de individuos que quedan expresados al principio de este parte; hubo rasgos de heroicidad, constancia y valor en los individuos de todas clases, sin exceptuar uno solo; como los empleados del ramo político, de hacienda, me-dicina y cirugía, en términos que no me atrevo a reco-mendar a V.S. a ninguno en particular, porque en general todos son dignos de la gratitud del Soberano, a quien tienen el honor de servir. Los enemigos han tenido gran pérdida, entre las cuales se cuenta la del coronel Jáuregui que fue muerto, y heridos tres tenientes coroneles, con otros muchos oficiales. La nuestra ha consistido en un oficial muerto, un jefe y tres oficiales heridos; el primero era el subteniente D. Josef Domínguez, y los restantes el comandante D. Manuel Ma-ría Arroyo, el capitán de caballería graduado de teniente coronel D. Manuel Ruiz Casado, el capitán de la misma arma D. Martín de Arritola; y contusos el capitán de la compañía de guías D. Faustino Rodríguez, y el teniente graduado de capitán D. Antonio González; y de tropa 7 muertos y 37 heridos, en los cuales se cuentan un mari-nero muerto y otro herido de la lancha cañonera. El 21 de agosto regresó el brigadier Barradas a Tampico y acometió la retaguardia de las tropas de Santa Ana im-pidiéndoles la retirada, pero, inexplicablemente, se llegó a un acuerdo entre ambos bandos por el que se permi-tió al caudillo mejicano retirar sus tropas, penetrando a continuación Barradas en Tampico, pero, atacadas las fuerzas españolas por una epidemia de tifus que afectó a más de un millar de sus hombres y cercadas por tierra y mar, se vio obligado a firmar un convenio en Pueblo Vie-jo (Veracruz), siendo autorizado Barradas a embarcarse hacia Nueva Orleáns el 21 de septiembre con las fuerzas que se encontraban en condiciones de navegar, perma-neciendo los enfermos y heridos con el comandante don Fulgencio Salas hasta que el 10 de diciembre pudo partir de regreso a La Habana. La División Expedicionaria llegó a perder la mitad de sus fuerzas. BARRADAS CARRILLO, José. Teniente coronel del Batallón de Leales de Córdoba. Cruz de 2.ª clase, Laurea-da. Real cédula de 8 de septiembre de 1824 (AGM, Sc. 1.ª, legajo B-836; AGM, SF, legajo 1746; AGM, Libro índice de Caballeros de San Fernando). Guerra Constitucionalista. Toma de Tarifa (Cádiz) y del fuerte de Santa Catalina, el 19 de agosto de 1824.


MEMORIAL INFANTERIA 66
To see the actual publication please follow the link above