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REVISTA HISTORIA MILITAR 117

180 IAGO GIL AGUADO misma un plan de defensa que, en sus palabras, era “el mismo que concebí desde que tomé conocimiento del reino”38. Con ello, Gil y Lemos no hacía más que seguir la práctica española de la época, ya que según ha señalado Juan Marchena: “En la segunda mitad del siglo, aparecen los “planes de defensa”, fruto de estos conocimientos previos. Son verdaderos estudios defen-sivos en los cuales todo se prevé, se calibra y se sopesa. En ellos se fija el número de soldados que debe haber en la guarnición; cómo habrán de comportarse; qué puntos tienen preferencia de defensa en caso de ataque; cómo han de actuar las milicias; las piezas de artillería que deben disparar y a dónde; la forma de aprovisionarse; etc... Es ya el perfeccionismo en la materia”39. Las grandes líneas del plan defensivo elaborado para el Perú se pue-den resumir en el establecimiento de un sistema de vigilancia costera, la concentración de sus tropas regulares en Lima para establecer un cuerpo “volante” de tropas dispuesto a desplazarse por todo el virreinato y la de-cisión de optar por una estrategia de guerra de guerrillas, descartando la posibilidad de adoptar una defensa estática basada en puntos fortificados. El primer paso adoptado fue la división de la costa en tres departa-mentos militares, haciéndose el virrey personalmente cargo del departamen-to central con sede en Lima, y poniendo el departamento meridional a las órdenes del coronel Joaquín Valcárcel y el septentrional a las del coronel Salvador Cabrito. Estos departamentos, a su vez, se subdividían en 10 par-tidos más pequeños, cada uno con un mando militar a su cabeza, responsa-ble de organizar el reconocimiento de las costas y el entrenamiento de las milicias locales. Para mantener abiertos los canales de comunicación entre los oficiales en el campo y el estado mayor en la capital, se estableció un sistema de correos a caballo compuesto por treinta milicianos. En cuanto a las milicias, en el plan se establecía que “en cada una de esas subdivisiones haya un subalterno veterano, un sargento primero, tres cabos primeros, y un tambor, que permanezcan encargados de la instrucción de las milicias”, ya que en caso contrario “las milicias continuarán siendo unos cuerpos imagi-les de ejército D. Manuel González, D. Francisco Cossío, D. Salvador Cabrito, el marqués de Montemira, D. Manuel Villalta, D. Joaquín Valcárcel, D. Ramón Arias, el marqués de Salinas, el teniente coronel D. Antonio Vello, y el capitán y comandante de ingenieros D. Antonio Cañabate”. 38  AGI, Lima, 707. Despacho no 365 de Francisco Gil y Lemos al conde del Campo de Alange, Lima, 23 de septiembre de 1793. 39  MARCHENA FERNÁNDEZ, Juan 1982: op.cit., págs. 24-25. Revista de Historia Militar, 117 (2015), pp. 180-200. ISSN: 0482-5748


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