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182 IAGO GIL AGUADO la movilización de tres mil hombres, bien pertrechados y capaces de ma-niobrar con cierta destreza, pueda parecer poca cosa. Sin embargo, es de justicia recordar que la mayor expedición española en Indias hasta la fecha, la liderada en 1776 por Pedro de Cevallos contra la Colonia de Sacramento, había contado con solamente nueve mil hombres44; y, hecho tal vez más significativo, por esas mismas fechas el general Ricardos se vería forzado a iniciar su campaña del Rosellón con solamente tres mil quinientos soldados, resultado de los deficientes preparativos de las autoridades peninsulares45. En relación con la situación naval, donde sí se produjeron agresiones en aguas peruanas por parte de buques corsarios franceses, las autoridades también tomaron medidas para salvaguardar los intereses españoles. Así, se limitaron los desplazamientos de los barcos mercantes46 y se intensificaron las patrullas de las tres fragatas que se encontraban (una de ellas acciden-talmente) a disposición del Apostadero de El Callao. El virrey informaría al ministro de la Guerra, el conde del Campo de Alange, de que “para amparar el comercio y contener las excursiones de algún corsario, he dispuesto re-corran alternativamente las costas del norte y sur, permaneciendo en el mar noventa días, y saliendo de este puerto con intermisión de cincuenta para que haya en él una fragata permanente”47. Según comentamos, las autoridades virreinales procuraron reducir a un mínimo los gastos que conllevaban sus preparativos militares, ya que la prioridad era aumentar las remesas que se mandaban a la Península para apoyar el esfuerzo bélico en el frente pirenaico, lo que efectivamente se 44  MAESO BUENASMAÑANAS, Juan Alfonso: Expediciones Navales Españolas a la Pata-gonia Argentina durante el Siglo XVIII, tesis doctoral, UNED, Madrid, 2004, pág. 42. Esta tesis está disponible en una edición publicada por el Ministerio de Defensa, Madrid, 2007. 45  LA PARRA LÓPEZ, Emilio: op.cit., pág. 108. Estaba previsto que el general Ricardos se adentrase en el Rosellón con una fuerza de treinta y dos mil hombres, pero al final hubo de iniciar su invasión de Francia con solamente tres mil quinientos hombres, ya que “no hubo forma de acopiar el dinero suficiente para armar a la tropa … y, sobre todo, faltó dirección política firme para dirigir el desarrollo de la guerra”. Véase asimismo SECO SERRANO, Carlos: “La política exterior de Carlos IV”, en Historia de España de Menéndez Pidal, tomo XXXI “La época de la Ilustración. Volumen 2. Las Indias y la política exterior”, Espasa Cal-pe, Madrid, 1988, pág. 511. 46  AGI, Lima, 705. Despacho no 133 de Francisco Gil y Lemos a Diego de Gardoqui, Lima, 26 de octubre de 1793. Tras la presa del mercante Aquiles por corsarios franceses, el virrey orde-nó, “en el ínterin no reciba órdenes expresas de V.E., no permitir que los buques de comercio, que en la presente estación saldrán de este puerto del Callao para el de Cádiz, lleven registro de plata, conduciendo únicamente los frutos del país, los cuales con la demora podían padecer notable detrimento”. 47  AGI, Lima, 707. Despacho no 365 de Francisco Gil y Lemos al conde del Campo de Alange, Lima, 23 de septiembre de 1793. Revista de Historia Militar, 117 (2015), pp. 182-200. ISSN: 0482-5748


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