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EL PERÚ Y LA GUERRA CONTRA LA CONVECCIÓN (1793-1795) 187 de defender Lima, ya que existían innumerables fondeaderos a lo largo de la costa a los que se podía acoger cualquier fuerza enemiga59. La propuesta de abandonar una defensa basada en fortificaciones cos-teras no era ciertamente novedosa, ya que el famoso ministro de Indias José de Gálvez había señalado años antes que “la resistencia debe ser proporcio-nada a los ataques que se puedan temer, una plaza que en este continente se tendría con justo motivo por débil … es muy defendible en América, donde los costos de las expediciones marítimas, la intemperie del clima, la fragilidad con que los víveres se corrompen, los pocos recursos que propor-ciona el país … y demás circunstancias locales dificultan mucho el éxito de una invasión”60. En opinión del virrey Gil y Lemos, la defensa del Perú y de las Indias en general se debía basar en un aprovechamiento de la distan-cia, el terreno y las enfermedades endémicas, y para ello las fortificaciones eran frecuentemente contraproducentes, ya que “si tenemos puestos fortifi-cados en ellos es preciso haya cuarteles, hospitales, almacenes de municio-nes, y víveres, y éstos son otros tantos socorros que les preparamos para que se alojen, y permanezcan el tiempo que les acomode”61. Por ello no extraña que, tres años antes del inicio de las hostilidades, ya hubiera propuesto al ministro de Hacienda, a la sazón el conde de Lerena, una reducción signifi-cativa en los gastos de fortificación, sugiriendo que, en su lugar, se gastasen esos fondos en equipar a la Real Armada en Europa: “Los castillos con que él debe atacarnos han de venir de Europa, los que hemos de oponerle hemos de traerlos de la Península, y si así no lo ejecutamos nos veremos perdidos, por consiguiente toda nueva obra y refacción parece debe evitarse, el plan de defensas debe poner- 59  SOLER, Emilio: Viajes de Jorge Juan y Santacilia. Ciencia y política en la España del siglo XVIII, Ediciones B, Barcelona, 2002, pág. 171. AGI, Lima, 691. Carta de Francisco Gil y Lemos a Ambrosio O’Higgins, Lima, 28 de agosto de 1790, aneja al despacho no 151 de Francisco Gil y Lemos a Antonio Valdés, Lima, 4 de septiembre de 1790. Según explicaba Gil y Lemos a O’Higgins, “nosotros no podemos hacer inaccesibles todas las costas, y puertos abordables, y si ponemos algún paraje de modo que lo sea, seguramente no irá a él el enemi-go. Sus ataques empezarán por lo más débil, y el suceso, y circunstancias son quienes deben dirigir sus empresas”. AGI, Lima, 692. Despacho no 1 de Francisco Gil y Lemos al conde del Campo de Alange, Lima, 4 de octubre de 1790. Al conde del Campo de Alange, recién nom-brado secretario del Despacho de Guerra, le escribía en términos similares: “La extensión de mar de mil leguas de costa que tienen que guardar estos reinos se hace insostenible con las fuerzas de tierra aun cuando se envíen cuantos cañones existen en la Península, por cuya razón no insisto en repetir lo que mi antecesor tenía pedido”. 60  CÉSPEDES DEL CASTILLO, Guillermo: op.cit., pág. 245. 61  AGI, Lima, 691. Carta de Francisco Gil y Lemos a Ambrosio O’Higgins, Lima, 28 de agosto de 1790, aneja al despacho no 151 de Francisco Gil y Lemos a Antonio Valdés, Lima, 4 de septiembre de 1790. Revista de Historia Militar, 117 (2015), pp. 187-200. ISSN: 0482-5748


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