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20 ARÁNGUEZ, JOSÉ CARLOS - CORRALES, DAVID - MORALES, JOSÉ MANUEL de cálculo que se habían producido desde los diferentes Gobiernos, sirviendo de precedente para aquellos trabajos que incidirían décadas después en la im-portancia del factor humano. Albertini admitía que la política rusa contribuyó a intensificar las hostilidades a nivel internacional, así como era consciente de que sir Edward Grey, ministro de Asuntos Exteriores, podría haber advertido de una posible intervención británica desde el primer momento. Sin embargo, el periodista concluía que el inicio del conflicto se había producido a raíz de la movilización alemana, lo cual no restaba importancia a las decisiones des-acertadas tomadas desde otros países13. A partir de los años cincuenta y sesenta, aparecieron una serie de trabajos incentivados por las publicaciones de ediciones documentales de entreguerras, así como por la apertura de ciertos archivos occidentales –los de Inglaterra en 1968, y los de Austria y Francia pocos años después–. Esta situación provocó nuevas controversias sobre el origen de la Primera Guerra Mundial, al tiempo que Inglaterra y Alemania se convertían en principales centros de este debate académico. Desde el final de la Segunda Guerra Mundial, la idea de una continui-dad en los objetivos alemanes entre 1914 y 1939 fue muy recurrente entre los historiadores anglosajones, como bien refleja el trabajo de A. J. P. Taylor (The Course of German History, 1945). Según este autor, la tradición de una inhe-rente maldad alemana había quedado reflejada previamente en figuras como Otto von Bismarck, Federico el Grande o Lutero14. Si bien un gran número de alemanes podían aceptar su responsabilidad en la última contienda mun-dial, resultaba doloroso asumir también su culpabilidad ante la crisis de 1914. Por esta razón, la mayoría de historiadores de Alemania Occidental incidían especialmente en el papel desempeñado por ciertos factores sistémicos, al tiempo que respaldaban la tendencia ortodoxa que se había desarrollado dé-cadas atrás. Como consecuencia de este panorama, se celebró un congreso de destacados historiadores franceses y alemanes, donde se declaró que la docu-mentación disponible “no permitía atribuir un deseo premeditado de una gue-rra europea de parte de ningún Gobierno o pueblo en 1914”15. Sin embargo, desde la década de los cincuenta, comenzó a producirse una modificación en las percepciones alemanas, fruto de los trabajos de L. Dehio (Gleichgewicht oder Hegemonie, 1948; Deutschland und die Weltpolitik im 20. Jahrhundert, 1955), quien rechazaba la idea de que todas las potencias hubiesen empuja-do a la catástrofe, pues ambas guerras mundiales habían sido producto de la 13  Ibídem, p. 30. 14  JOLL, James y MARTELL, Gordon: op. cit., p. 5. 15  STEVENSON, David: 1914-1918. The History of the First World War, Allen Lane, London, 2004, p. 590. Revista de Historia Militar, 117 (2015), pp. 20-56. ISSN: 0482-5748


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