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REVISTA HISTORIA MILITAR 117

68 FERNANDO CALVO GONZÁLEZ-REGUERAL gado por ser el de un soldado vencedor, es siempre funcional: se odia a la guerra como medio para conseguir un fin, pero como éste es superior, toda penuria se sobrelleva. En lo que difieren es en el antimilitarismo, pues la novela del español no lo es, sí la de Remarque (lo que se pone de manifiesto en el odio de los soldados no ya a los altos mandos u oficiales, sino incluso a los suboficiales, a los que se estereotipa como miembros de una injusta e inhumana cadena de mando: “No es sólo Himmelstoss. Son muchísimos. Tan pronto como se ponen galones o un sable, se convierten en otros; se endu-recen, como si hubieran comido cemento. Eso viene del uniforme”). En la obra de Benítez, sin embargo, los soldados confían casi ciegamente en sus oficiales, quienes a su vez se desvelan por el bienestar de la tropa (“En el frente no se fuma, ni se saca la cabeza, ni se hace nada que no esté ordena-do. ¿Entendidos? sic Es el único modo de vencer y de librarse, ya que lo ordenado lo es para la mejor conservación de los hombres”). Quién sabe si todas estas diferencias que estamos reflejando se deben sólo a las distintas experiencias bélicas en que se basan o a la intencionalidad política de sus autores, la una con la rudeza de un vencido alemán de los años 20, la otra con rasgos propios de la prosa de un escritor que relata sus vivencias en un bando, por el contrario, victorioso. La valencia que se da a la muerte, si vale tal expresión, es muy dife-rente en una novela y en otra, siendo de tipo positivo en Se ha ocupado... y completamente negativa en Sin novedad, lo que hace que la primera nos deje un sentimiento melancólico pero como de haber valido tanto sacrificio, mientras que la segunda sólo un regusto amargo, sin posible escapatoria ni redención, confiriendo a la muerte una inutilidad sin ningún reconforte espiritual. Así se muere en la novela del español: “Pero ¿hubo bajas? Vi un soldado que moría gritando ‘Victoria’. Eso no es una baja”; “Avisar al estado Mayor. ¡Que manden otro vigía!’. Son sus últimas palabras. La últi-ma de sus preocupaciones. No dejar abandonado el puesto de batalla”; “A Juan Felipe le destrozaron el pecho. Se agarró a mí antes de caer como si quisiera tocar la bandera”. Y así en la del alemán: “Dentro de una hora será un montón de insoportables dolores, que estalla en alaridos. Los días que aún pueda vivir sólo significan para él una terrible tortura. Y, ¿para quién va a ser útil el que los viva o no? Hago un signo afirmativo: ‘Sí, Kat, mejor sería coger un revólver...”; “Nos hemos convertido en hombres-bestias... Ya no somos juventud... Somos unos hombres que huyen. Huimos de nosotros mismos. De nuestra vida. Teníamos dieciocho años, empezábamos a amar el mundo, la vida; pero teníamos que disparar contra todo eso. Y la primera granada que explotó dio en medio de nuestro corazón. Estamos al margen de toda aspiración. No creemos ya en esto. Sólo creemos en la guerra”; Revista de Historia Militar, 117 (2015), pp. 68-90. ISSN: 0482-5748


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