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REVISTA HISTORIA MILITAR 116

20 LUIS ALFONSO ARCARAZO GARCÍA conocido, que la situación de muchos de ellos era totalmente miserable, sucios y con una falta de higiene, que daba lugar a un olor espantoso en las enferme-rías, que se intentaba disimular con sahumerios, por lo que enfermeros y fa-cultativos empapaban paños en vinagre para taparse la boca y la nariz antes de entrar en las enfermerías, sin contar con los parásitos que infestaban las salas, mortificando con sus picaduras a los enfermos. Además, había tal cantidad de asilados, que se ponía a más de uno por cama, mientras que su alimentación era muy deficiente, por lo que los pobres preferían morir en su casa antes que acudir al hospital de beneficencia.15 Es precisamente en esta época cuando comenzaron a elevarse una serie de denuncias hechas por diferentes autores, como Jovellanos, que en 1778 sacó a la luz las deficientes condiciones higié-nicas de los hospitales, las del médico Nicolás José de Herrera, que comentó: «los hospitales son hermosos por fuera, pero por dentro están la aflicción y la miseria, el aire está contaminado de tal manera que las simples enfermedades se convierten en graves», o las efectuadas por Domínguez Rosains, en 1792, calificando la higiene de los hospitales como «sima de miseria».16 El cambio de actitud frente a la sanidad hospitalaria dio lugar a que en los nuevos hospitales diseñados por la arquitectura ilustrada se comenzara a tener en cuenta una serie de factores encaminados a mejorar las condiciones de habitabilidad, valorando el volumen de aire que debía de haber por enfer-mo; la construcción de ventanas hasta el techo, que garantizaran la ventila-ción; un suministro de agua correcto; unas letrinas en condiciones y que sus desagües no contaminasen las conducciones o los pozos de agua potable. Por último, se crearon las salas de infecciosos, para poder aislar a los enfermos contagiosos y, además, para ubicar los nuevos hospitales se prefirió el extra-rradio, fuera de los cascos urbanos, para evitar contagios al resto de vecinos, buscando zonas elevadas y secas.17 Pero a pesar de todas las mejoras comen-tadas, la falta de asistencia médica y una alimentación inadecuada por falta de recursos, daban lugar a unas tasas de mortalidad muy elevadas. A finales del siglo xviii los hospitales españoles considerados como grandes eran alrededor de veinte, mientras que había más de dos mil pequeños hospitales con menos de 20 camas, por lo que la Ilustración mantuvo la tendencia a crear hospitales generales, reuniendo las escasas rentas de otros más pequeños.18 15  Coronas Tejada, L.: El hospital Real de Nuestra Señora de la Misericordia de Loja, Granada: Ed. Universidad de Granada, 1990, pág. 88. 16  Sánchez Granjel, L.: Historia General de la Medicina Española. La medicina española del siglo xviii, Salamanca: Ediciones Universidad, 1979, t. IV, pág. 129. 17  Riera Palmero, J.: «La reforma sanitaria en la España Ilustrada. Los hospitales militares», en Minutos Menarini, n.º 151. 18  Carasa Soto, P.: El sistema hospitalario español en el siglo xix. De la asistencia benéfica al modelo sanitario actual, Valladolid: Ed. Universidad de Valladolid, 1985, págs. 43-45. Revista de Historia Militar, 116 (2014), pp. 11-72. ISSN: 0482-5748


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