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REVISTA HISTORIA MILITAR 116

238 MANUEL FERNÁNDEZ NIETO Otros testimonios también indican que Miguel de Cervantes, tras haberse mostrado su valor como soldado de Infantería, quiere por méritos de guerra obtener el grado de capitán con la patente llamada de conducta, donde constaba su nombramiento, la orden del rey, el distrito o territorio de su comisión y el número de soldados que en su jurisdicción podía le-vantar, lo que le permitía salir a «hacer gente», es decir, a formar su propia compañía. Así lo hace constar el alférez Gabriel de Castañeda diciendo del escritor que: «Le vio entrar después cautivo en Argel … leyó las cartas que llevaba Cervantes de D. Juan de Austria, en que lo recomendaba a S. M. para que le diese una compañía de las que se formasen para Italia, por ser hombre de méritos y servicios: cuyas cartas hicieron que el capitán que le cautivó le tuviese en mucho para el rescate». También otro testigo, D. Beltrán del Salto indica que cuando él salió rescatado en 1577: «… dejó a Cervantes cautivo en poder de un turco llamado Arnaute Mamí, capitán de aquella ciudad, quien lo tenía en gran estima a causa de ciertas cartas que halló de D. Juan de Austria y del duque de Sessa en que lo recomen-daban a S. M. para que le hiciese merced de una compañía, como persona que lo merecía muy bien».42 Con las cartas de recomendación ya en su poder, Cervantes solicitó permiso, que le fue concedido, para regresar a España con el propósito de obtener la «patente de conducta» de capitán, si la conseguía, nombraría directamente a su alférez para llevar la bandera, tal vez pensó en su her-mano Rodrigo, y a su sargento y, junto con el atambor, iniciaría la leva por los pueblos asignados. El viaje a España lo va a realizar en una flotilla que se organiza para recoger dinero para las pagas de las compañías que anda-ban muy retrasadas y para establecer los proyectos de la siguiente campa-ña, tras el invierno. Don Juan de Austria estaba en Nápoles en septiembre con las galeras de España, y aquí se encontró con el nuevo virrey don Íñigo López de Mendoza, marqués de Mondéjar, que había llegado el 10 de julio. Los intereses de uno y otro eran encontrados puesto que el militar quería favorecer a sus tercios y el gobernante su territorio. Don Juan pidió al virrey soldados de Infantería, los mejor preparados, para embarcar en las galeras y, por tanto, en caso de ataque corsario poder defenderlas con éxito dada la misión que llevaban; Mondéjar, en cambio, le ofrecía gente del batallón sin ninguna experiencia en combate. Así va pasando el tiem-po, don Juan argumenta al rey, quejándose de Mondéjar con razón, que: «Enviar a España cuatro galeras a por cuatrocientos mil ducados o más, y con ellas gente de batallón para sus guarda y defensa, yo lo tenía por de 42  Fernández de Navarrete, M.: Vida de Miguel de Cervantes Saavedra, op. cit., págs. 318 y 319. Revista de Historia Militar, 115 (2014), pp. 207-242. ISSN: 0482-5748


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