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REVISTA HISTORIA MILITAR 116

42 LUIS ALFONSO ARCARAZO GARCÍA consideración.70 Cuando efectuaban la revista de los locales del cuartel, como la cocina o la cantina, serían acompañados por el ayudante de cuerpo y al concluir, ambos irían a dar novedades al sargento mayor. Por la tarde el cirujano de servicio debería estar presente en la primera lista y acudir si lo llamaban por la noche. En su faceta pericial el cirujano de cuerpo reconocería a los reclutas que fueran a ingresar en su unidad para valorar su aptitud, lo mismo que a los soldados que por enfermedad o heridas hubieran perdido facultades para continuar en el servicio. En caso de haber dos cirujanos en un regimiento, se turnarían semanalmente para pasar la visita diaria.71 El colectivo atendido por los sanitarios mi-litares incluía tanto a soldados y mandos como a las mujeres e hijos de todos ellos en cualquier circunstancia, es decir, estando de guarnición en una plaza, en el hospital o en campaña,72 aunque los oficiales enfermos tenían la facultad de poder retirarse a sus domicilios mientras durase el tratamiento, debiendo desplazarse los facultativos para visitarlos, inclu-so cuando debían sufrir alguna pequeña intervención quirúrgica. Esta prerrogativa de los oficiales dio lugar a la difusión de epidemias, como las fiebres que afectaron al Ejército de Andalucía tras la batalla de Bai-lén o el tifus en Zaragoza durante su Segundo Sitio. En ambos casos la epidemia afectó inicialmente a los militares y terminó extendiéndose de forma incontenible a los civiles.73 Cuando la unidad se «ponía sobre las armas», el cirujano se incor-poraría a la columna, detrás de la última división, llevando vendajes sufi-cientes, instrumental quirúrgico, las cajas de ungüentos y todo lo preciso para curar a los heridos. A la hora de establecer un hospital, hospitales am-bulantes, brigadas de cirugía u hospitales de sangre, se actuaría como ya se ha comentado anteriormente, es decir, que el cirujano mayor designaría al personal sanitario necesario para cada escalón, lo mismo que el número de carros necesarios para conducir los ungüentos, hilas y demás material. Si se formaba un hospital de sangre, se designaría al personal necesario para 70  Hernández Morejón refiere que lo habitual era designar como sanitarios a los soldados menos útiles o capacitados, problema que se ha arrastrado a lo largo del tiempo. 71  En la visita diaria al cuartel, el cirujano de semana «si notase alguna falta de policía en los quarteles, cuadras, calabozos, cantinas, ó algún defecto en los alimentos que se usan, ó en las vasijas en que se cuecen, que pueda perjudicar á la salud pública … tome los medios conducentes para su remedio», es decir, que los cirujanos también se encargaban de la higiene del cuartel y de la bromatología alimenticia. Reglamento para gobierno del Cuerpo de Ciru-gía…: op. cit., págs. 17-18. 72  Ibíd., pág. 5. 73  Para más datos ver Arcarazo García, L. A.: La asistencia sanitaria en Zaragoza durante la Guerra de la Independencia Española (1808-814), Zaragoza: Ed. Institución «Fernando el Católico», 2007, págs. 175 y ss. Revista de Historia Militar, 116 (2014), pp. 11-72. ISSN: 0482-5748


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