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REVISTA HISTORIA MILITAR 116

EL CUERPO DE CIRUGÍA MILITAR DEL EJÉRCITO A COMIENZOS... 67 un gran número de víctimas entre los empleados, asistentes y facultativos, que casi todos fueron inficionados de su ayre emponzoñado … Los ejér-citos que no tengan hospitales cómodos, administración de salud pública y policía en sus campamentos, serán siempre una peste ambulante».114 De aquella situación el discurso hacía responsable a una legislación de hospitales obsoleta, que no había dado mayor responsabilidad a los fa-cultativos, «Mientras que el gobierno interior de las salas donde se curan enfermos no esté exclusivamente al cargo de los facultativos, no hay que esperar una reforma saludable en los hospitales … El profesor debe de estar seguro de que se le administra a los enfermos lo que ha recetado, y no estará mientras que los que los suministran no son de su confianza». También hace responsables a los generales, a los que solo les interesaban los soldados sanos, pero se desentendían de los heridos o enfermos. Lo mismo que a los comisarios de guerra, a los comisarios de entradas y a los contralores, que «en vez de apoyar a los sanitarios los combaten sin cesar incluso en su campo específico de sus facultades. ¿Qué puede esperarse de este impropio, miserable y rutinario sistema, sino desorden y vicios que hayan reinado y reinan en nuestros hospitales?». El autor dice comprender que en plena guerra es muy difícil tener en perfectas condiciones un hospital de campaña, pero tampoco se había conseguido en los de plaza y en los civiles. Comenta que se suprimieron los huevos y el bizcocho, que se prefería jergones a colchones de lana, que se sustituyó el papel suave sin goma para las curas de gangrena hú-meda por el lienzo de las compresas, que era más barato pero inadecua-do. También se suprimió la curación de la sarna fuera de los hospitales, se sustituyeron los medios sencillos de purificar las ropas por productos químicos y se quitó la división de colores para separar la ropa de dife-rentes enfermedades, que evitaba su propagación. Finaliza el discurso diciendo que los fondos para mantener un hospital no deben fiarse al lu-gar en que se asienta, ni a la caridad, «sistema vergonzoso, tibio por mil motivos, y siempre mezquino en sus productos». Proponía que el Go-bierno debía consignar caudales para los hospitales, independientes de los otros gastos del soldado, entregándoselos al inspector de hospitales y, sobre todo, que los jefes militares no se desprendieran del mando de los hospitales, ni dejaran en manos de un contralor la autoridad militar, política y judicial, de hecho, hubo muchos altercados entre los emplea-dos de Hacienda y los capitanes de visita al hospital, que veían en qué condiciones estaban sus soldados. Revista de Historia Militar, 116 (2014), pp. 11-72. ISSN: 0482-5748 114  Ibíd.


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