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pero sus pobres características y la llegada del material alemán dieron lugar a que fuera relegado a la Escuela de Jerez, cuyos alumnos le calificaron como un verdadero morlaco y le bautizaron con el despectivo mote de Pavipollo. Acuña indica que les enseñó a tripularlo un profesor alemán (cuyo nombre no menciona pero recuerda que tenía una cicatriz en la cara) que sólo les daba instrucciones en tierra porque, aunque el aparato era monoplaza, no lo volaba nunca. El instructor alemán siempre les recordaba que el PWS carecía de frenos y tenían que entrar a tomar tierra al principio de la pista, y dejando que rodara hasta que se parase antes de que finalizara el campo. Los alumnos debían cumplir ocho horas de vuelo con el PWS y se les aleccionaba sobre la necesidad de prestar mucha atención en los despegues y aterrizajes, algunos de los cuales no estuvieron exentos de peligro. Durante uno de los vuelos, al PWS que tripulaba Carlos María Rey Stolle-Pedrosa, se le cayó una rueda del tren de aterrizaje. Acuña comenta que desde el campo de vuelo tuvieron que llamarle la atención para que prestara atención en el aterrizaje17 que, afortunadamente, realizó sin más “problemas” que al pararse se inclinara hacia un lado y dañara el ala18. Después del Pavipollo, los pilotos de Jerez tuvieron que volar en el de Havilland DH.9, fabricado a partir de los años 20 en Guadalajara y que, propulsado por el motor Hispano 8Fb, se convirtió en uno de los aparatos más útiles de las escuelas de pilotos de preguerra. Tras haber completado otras ocho horas de vuelo en el de Havilland, Acuña y sus compañeros de promoción recibieron sus títulos de pilotos militar y el empleo de alférez de Aviación. Desde la Escuela de Transformación de Extremadura los aviadores recién licenciados constituyeron el 8º Curso de Pilotos y, a diferencia de otros pilotos de caza de las promociones que les precedieron y tuvieron que “ganarse los galones” en la Cadena antes de volar en escuadrillas de combate, Acuña y sus compañeros partieron a la Escuela de Gallur (Zaragoza), creada para “cribar” a los jóvenes aviadores procedentes de las escuelas como paso previo a su destino a las unidades del frente. LA IMPORTANCIA DE GALLUR Como ha indicado Rafael de Madariaga Fernández19, la creación de la Escuela de Caza de Gallur fue producto de la preocupación de Joaquín García Morato y Ángel Salas Larrazábal por la falta de experiencia que redundaba en el pilotaje del Fiat CR 32 y, sobre todo, por las irreparables pérdidas de material aéreo causado por pilotos mal formados (era frecuente que el destrozo del avión fuera penado con la expulsión del Grupo de Caza). Antes de pasar a los Fiat (y salvo casos excepcionales) los aviadores recién salidos de la Escuela de Transformación pilotaban otros aparatos (Heinkel 45 o Heinkel 51) y los más habilidosos eran propuestos para tripular el CR 32. Madariaga ha indicado que ambos ases de caza apremiaron al mando para crear esta Escuela no sólo para subsanar los muchos errores o carencias de formación que los pilotos traían de las Escuelas elementales, sino para poder determinar con seguridad quiénes eran los candidatos idóneos para ocupar plaza en las escuadrillas de caza o, por el contrario, pasar a otras unidades de combate. 98 El capitán Heraclio Gautier, Medalla Militar Individual por su acción en el Ebro (Foto C. Azaola). El Pavipollo (IHCA).


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