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conozca la situación de las maniobra, ofensiva o defensiva, así como la posición de las fuerzas propias y adversarias. En los años en los que nos movemos en este artículo, las unidades combatientes no disponían de los medios de enlace o transmisión que hoy son operativos. Piensen que solo existían el teléfono, el telégrafo y alguna estación de radio en HF, voluminosa, poco manejable y de escaso rendimiento, aparte de los medios ópticos. El globo, desde su posición en el aire, posibilitaba el seguimiento del combate y las notas que se enviaban vía telefónica desde la barquilla, en muchos casos directa, permitía al Mando estar debidamente informado de la situación táctica y, como ahora se denomina, “en tiempo real”. En la ofensiva, la observación aerostera, seguía la marcha de las tropas propias y enviaba datos de su posición para que la Artillería pudiera realizar de forma eficaz el “tiro de barrera”. Los observadores conocían el terreno por sus largas horas de “exploración” previas a la acción, conocían también la Orden de Operaciones y disponían de planos y fotografías aéreas que les ayudaba en su misión, por lo que no les resultaba difícil posicionar a las Unidades combatientes, alertar sobre la llegada de refuerzos enemigos al campo de batalla y localizar los puntos donde éste podía organizar sus contraataques. Pero era preciso estar bien entrenado, de ahí la importancia de los Cursos de Observadores y de las maniobras en tiempo de paz que se desarrollaban en Guadalajara y en el polígono de Carabanchel de Madrid. El Reglamento del Servicio de Aerostación en Campaña está lleno de citas en este sentido. La observación aerostera directa de la Infantería sólo puede realizarla un observador que posea gran agudeza visual, muy entrenado. Para estar a la altura de la misión que se le confía, el observador necesita adquirir el golpe de vista táctico, para distinguir lo importante de lo accesorio y discernir la clase de datos que necesita el Mando. En defensiva, se informaba de los puntos donde el enemigo orientaba su bombardeo artillero y el alargamiento progresivo de su fuego. Desde su posición podría ver cuáles eran los itinerarios menos batidos para que por ellos accediesen las reservas. Algunos ejemplos pueden ilustrar al lector sobre esta importante misión de la Aerostación. En el artículo publicado en esta revista sobre la campaña de 190918 podemos encontrar varios ejemplos en los que la observación desde el globo durante las operaciones fue decisiva para el éxito de las mismas, como en la ocupación del Zoco-El-Arbal por el general Aguilera, el avance sobre Taurit o la toma del Gurugú. En la campaña de 1920, la Unidad de Aerostación estuvo presente en las operaciones de recuperación de Nador, Zeluán, Monte Arruit, Atalaya, Gurugú, Muley-Rechid e Ichtiguen. En ocasiones se avanzó con el globo en el aire, incluso bajo el fuego enemigo, facilitando al Mando de la Columna informes y croquis de inmediata utilización por su actualidad. CONDICIONES DE LA OBSERVACIÓN Y SUS CARACTERÍSTICAS Sabido es que la Aerostación Militar tuvo otras facetas, científicas y deportivas, en las que destacó la experiencia y preparación técnica de sus hombres, como la participación en la Comisión Internacional de Aerostación Científica y en la Copa Gordon-Benet, que no se va a tratar en este artículo, pero sí que puede resultar interesante conocer las condiciones en las estos hombres se ponían en el aire. Subir a una barquilla para “mirar” no era tan sencillo como a primera vista parece, aunque fuera en globos cautivos. La observación estaba condicionada a una serie de factores y a un material específico y por qué no decirlo, “complicado y engorroso”. Recordemos que el propio Napoleón no quería…. ni verlos. Por ello para tener un conocimiento más exacto de lo que realmente era realizar este servicio, tan apreciado por el Mando en las campañas de Melilla, es preciso continuar esta lectura y conocer en qué condiciones nuestros aerosteros cumplían su misión. Sección de Caballería, observada desde un globo. En primer lugar permítanme dedicar unas líneas a los “globos”, elemento fundamental debido a que era, realmente el verdadero observatorio, elevado en el aire, de fijeza relativa y condicionada, unido a tierra mediante un cable de retención. A cualquiera que se le pregunte qué es un globo responderá, sin duda, que una esfera de tela llena de gas con una gran cesta suspendida de una red. Efectivamente los primeros globos militares fueron esféricos, llenos de gas hidrógeno, con una capacidad entre 600 y 1.000 m3 y con una barquilla suspendida de una red de cáñamo. Cuando el globo se utilizaba como “libre”, la barquilla estaba unida a la red mediante un aro de suspensión pero cuando era “cautivo” la barquilla se suspendía de un trapecio al cual estaba unido el cable de retención. Todo está muy bien, pero cuando el viento era superior a 10 m/s la inestabilidad del globo hacía imposible la observación, por lo que fueron inmediatamente sustituidos en todos los ejércitos por los denominados “globos cometa”, En España se utilizó, desde 1899 a 1918, el globo alemán PARSEVAL-SIEGFIELD o Drachen, de forma cilíndrica, al que pronto llamaron popularmente globo salchicha, tanto en el Parque como en la cercana Guadalajara. Estos aeróstatos tipo cometa disponían de un empenaje posterior que los orientaba en la dirección del viento con lo que eran estables con velocidades de hasta 13 m/s. Su aerodinámica forma se mantenía gracias a que en su interior existía una cámara de gas y una cámara de aire comunicada con el exterior de manera que las variaciones de presión que afectaban a la cámara de gas se compensaban con la entrada o salida de aire en la cámara de ese nombre. Al globo Parseval le si- 101


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