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REVISTA IEEE 9

56 Revista del Instituto Español de Estudios Estratégicos (IEEE) Núm. 9 / 2017 La primera posibilidad podría derivar en un Ejército ineficaz, más como un elemento burocrático que como el poderoso instrumento que la seguridad del Estado necesita. En esta situación, el reclutamiento puede no ser un problema, pero el servicio en las Fuerzas Armadas se ve como una mera ocupación, no como un deber que conlleva un sacrificio individual. Las Fuerzas Armadas pueden disfrutar de elevados niveles de popularidad, pero estos se deben a que están empleadas en funciones que no incluyen el combate, o incluso en otras tradicionalmente no ejercidas por los militares. En la segunda, las Fuerzas Armadas tendrían bajos niveles de aceptación social y experimentarían problemas significativos en el reclutamiento debido a que la carrera militar atraería solo a un pequeño sector de la población. Las Fuerzas Armadas estarían privadas de derechos por el resto de la sociedad, infradotadas presupuestariamente e infraequipadas. En el lado opuesto del espectro, encontramos un modelo en el que la brecha cívico-militar ha desaparecido porque los civiles han aceptado y abrazado los valores militares como la base moral de la sociedad. Las Fuerzas Armadas gozan de altos niveles de aceptación y no tienen problemas para atraer a nuevos aspirantes para servir en ellas. Un modelo así de CMR, en el que los militares y sus objetivos se convirtieran en los predominantes en la sociedad, recuerda más al «Estado-guarnición» lasswelliano que a una sociedad democrática. El modelo ideal se halla en algún punto entre estos dos extremos. Acepta la brecha entre civiles y militares, pero la mantiene estrecha. La sociedad civil entiende la necesidad que tienen los militares de «ser diferentes». Los valores de unos no son incompatibles con los de los otros, y sean cuales sean las limitaciones que los civiles impongan a los militares, no influyen en la efectividad de los Ejércitos. La práctica de los valores castrenses beneficia a la sociedad civil, no la amenaza. Los militares respetan el principio de supremacía civil y no desafían el control civil. La composición social de las Fuerzas Armadas refleja la existente en el conjunto de la sociedad. En ese modelo ideal, la sociedad civil interactúa con sus militares de forma automática. Los civiles entienden el papel de las Fuerzas Armadas y les ofrecen su consideración y respeto por el servicio que prestan a la sociedad. Las cuestiones de seguridad y defensa forman parte del debate público y reciben un grado razonable de atención pública. Las élites políticas han sido formadas en asuntos de seguridad y defensa, comprenden las necesidades y requisitos de los militares en cuanto proveedores de seguridad, y ejercen una supervisión eficaz de las Fuerzas Armadas. Por motivos relacionados con su insularidad y su historia, la interacción cívico-militar en el Reino Unido ha sido tradicionalmente débil y relativamente ambivalente37, caracterizada como «ambigua»: una combinación de respeto, admiración, indiferencia, ignorancia y un rechazo a pagar más impuestos para financiar a las Fuerzas Armadas38. 37  HINES, Lindsey A. et al., «Are the Armed Forces Understood and Supported by the Public? A View from the United Kingdom», Armed Forces & Society, vol. 41, n.º 4 (October 2015), p. 690. 38  INGHAM, The Military Covenant, 173. http://revista.ieee.es/index.php/ieee


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