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REVISTA IEEE 9

62 Revista del Instituto Español de Estudios Estratégicos (IEEE) Núm. 9 / 2017 El militar rompe con su obligación de ser neutral no solo cuando hace públicas sus preferencias políticas, sino también de maneras mucho más sutiles. Por ejemplo, cuando filtra intencionadamente a los medios información sobre políticas a las que se opone con la intención de poner a la opinión pública en contra de estas; cuando respalda públicamente una determinada política utilizando los altos niveles de aceptación pública de las Fuerzas Armadas para catapultar sus opiniones; o cuando enfrenta a una institución política con otra —por ejemplo, al Ejecutivo frente al poder legislativo—. En el otro extremo del espectro, tendríamos un modelo en el que las élites políticas intentan utilizar a los militares como instrumento en sus luchas políticas y para favorecer sus intereses partidistas, o para erosionar al partido en el Gobierno. Este es el tipo de competencia política contra el que previno Huntington cuando describió su paradigma del control subjetivo59. Esta clase de politización puede producirse de distintas formas: nombrando oficiales para los empleos militares superiores basándose en criterios de afinidad política por encima del mérito o la competencia profesional; utilizando tácticas de «divide y vencerás» que atraigan, por razones de interés político o para mantener débiles a los militares, a una fracción de estos; o utilizando a los oficiales militares como portavoces a modo de pantalla con objeto de publicitar o respaldar la política del Gobierno. Todas ellas resultan negativas para los militares. Siembran división en la institución; afectan negativamente a la efectividad profesional; socavan la legítima autoridad de la cadena de mando; erosionan la confianza entre civiles y militares porque las Fuerzas Armadas empiezan a ser consideradas como un grupo de interés y pierden legitimidad a los ojos de los ciudadanos60; y, sobre todo, destruyen el clima de mutua confianza entre los militares y sus dirigentes políticos, y entre los miembros de las Fuerzas Armadas y sus superiores. Huelga decir que el militar debería resistir a las propuestas de involucrarlo en políticas partidistas. En muchas naciones democráticas, la obligación de permanecer neutral se extingue cuando el individuo se retira. Aunque sea legal, la participación de oficiales retirados en política puede tener consecuencias nefandas en la cohesión interna de las Fuerzas Armadas y en el control civil, especialmente cuando los involucrados sean oficiales carismáticos de alto rango. En un régimen saludable de CMR, el profesional militar, y las Fuerzas Armadas como institución pública, permanecen escrupulosamente neutrales con respecto a las distintas opciones políticas legítimas, y se abstienen de expresar abiertamente sus preferencias, incluso después de la jubilación, al menos durante un número de años suficiente como para que se produzca una desconexión efectiva de la institución. Quienes forman parte del nexo cívico-militar proporcionan el mejor asesoramiento 59  HUNTINGTON, The Soldier and the State, p. 80. 60  OWENS, Mackubin Thomas, «Military Officers. Political Without Partisanship», Strategic Studies Quarterly, Fall 2015, p. 99. http://revista.ieee.es/index.php/ieee


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