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MEMORIAL DE INFANTERIA 76

MISCELÁNEA 104 Se reanudó la marcha a las cinco de la mañana del día siguiente bajo una intensa lluvia y por caminos embarrados. Reunidas las dos columnas en Fuenfría, se repartió el almuerzo, faltando entonces veintiséis kilómetros para llegar al final del trayecto, que se alargaría cinco más al encontrarse invadeable el río Algodor y tener que dar un rodeo. Menos mal que los últimos dieciséis kilómetros habían sido acondicionados por la Sección de Obreros de la Academia para permitir la circulación de vehículos. La llegada a Ballesteros fue a las 12:30 horas y enseguida comenzó el montaje de las ciento veinte tiendas de campaña que albergarían a los cadetes durante unos días; también se instaló la tienda de S.M. el Rey, pues se esperaba su visita. Desde que en 1909 el Monarca había dormido en Los Alijares en una tienda de campaña reglamentaria, se había pensado en adquirir una con dicho fin, y así se hizo en 1913. Comprada en Alemania, estaba fabricada en lona con cámara de aire y unas dimensiones de nueve por once metros. Estaba compuesta por un saloncito con elegantes muebles de mimbre, un dormitorio, con cama, lavabo y tocador, y un despacho en cuya mesa descansaba un teléfono enlazado con la estación heliográfica, y al lado un pequeño mueble con los retratos de la Reina Madre y de S.M. la Reina en compañía de sus hijos. Una vez montadas se distribuyó la comida, con los profesores y alumnos cómodamente instalados en las ocho mesas-zanjas recién excavadas y con una longitud de cuarenta y cinco metros cada una. La preparación del terreno del campamento había sido realizada en el mes de abril por un capitán profesor y diez obreros, que también construyeron el mencionado camino de acceso. Los alumnos duermen en jergones de esparto y el Campamento se alumbra con gasolina. Uno de los menús de aquellos días de campo fue: tortilla a la francesa, merluza a la vinagreta, filetes con guisantes, pan, vino y café. Por ser domingo, se dedicó el resto del día al descanso, aprovechando el Director y los profesores para reconocer el terreno en el que iban a tener lugar los ejercicios tácticos. Antes finalizar la jornada se había tendido un ramal telefónico y establecido un heliógrafo para comunicar con Los Yébenes, y con los treinta y cinco componentes de la Sección Ciclista se estableció un servicio de estafeta entre Toledo y Ballesteros. En un principio utilizaron dos motocicletas para realizar el recorrido, pero el mal estado de los caminos entre Los Yébenes y el Campamento, intransitables debido a las frecuentes lluvias, provocó que se averiasen, por lo que los ciclistas se ofrecieron para realizar el servicio, para lo cual dos salían del Campamento y otros dos de Los Yébenes intercambiando la correspondencia en Fuenfría. Vista desde el aire de las casas de la dehesa de Ballesteros y de la Fundación “Los Ballesteros” El coronel don Antonio Reus y Gil de Albornoz El general Reus en 1945 en Orgaz en compañía del cardenal Pla y Deniel


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