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MEMORIAL DE CABALLERIA 73

Varios Noticias del Arma Orgánica y Materiales Empleo Táctico y Operaciones Historia 160 LOS CABALLOS EN EL ARMA pe Baltasar Carlos. Al estudiar los caballos, protagonistas en estos lienzos, siempre se ha aludido a las grandes barrigas y se han bus-cado múltiples justificaciones; en realidad se trataba de animales que comían mucha paja y no hacían ejercicio, puesto que sus ji-netes eran, exclusivamente, la Familia Real y nadie que no fueran ellos estaba autorizado a montarlos. El propio monarca se lamentó en ocasiones de esta situación. Comenzando por Felipe III (Museo del Prado, P-1176, L. 3x3,14), en el retrato éste viste media armadura; sombrero de fieltro negro con plumas y la perla “peregrina”; banda roja y ben-gala de general. El caballo es un tordo en cabriolé con esas mag-níficas crines, propias de los de pura raza española que pintara Velázquez en esta serie. Tanto el caballo del rey como el de la reina llevan, como adorno, una cucarda sobre la frente, la del rey roja, típico distintivo de los ejércitos españoles, mientras que la de la reina es blanca. El pecho petral, en todos estos retratos, es de gala, la montura española así como el bocado y los protectores de grupa. Se observan arrepentimientos en los pies y barriga del caballo, correspondientes a una postura más forzada. Su esposa, Margarita de Austria (Museo del Prado, P-1177, L. 2,97x3,09) luce en el pecho el llamado “joyel rico” formado por el diamante “el estanque”, desaparecido en tiempos de Napo-león, y la perla “peregrina”, al igual que su esposo. La reina mon-ta a la jineta sobre un alazán dorado, cordón entre ollares, la gualdrapa -finamente labrada- que lo cubre nos impide saber si el caballo es pío; de cualquier manera, el calzado es muy alto. Su cabeza inclinada expresa respeto, mientras que su ademán au-menta, para Manuel Gallegos, la sensación de lentitud y estabili-dad14. Ambos cuadros han sido sometidos recientemente a una res-tauración que ha vuelto hacia el interior los añadidos laterales de los lienzos. Esta supresión ha quitado espacio a los retratados dejando a los caballos y a sus jinetes ahogados en posturas muy forzadas. Sería deseable la pronta recuperación del tamaño al que estábamos acostumbrados. El retrato de Felipe IV es uno de los más famosos que pintara Velázquez (Museo del Prado, P-1178, L. 3,01x3,14). El rey viste media armadura con banda y bengala de general, la brida en la mano izquierda, situado delante de un paisaje que pudiera ser el Pardo. Por lo que se refiere al caballo, estamos ante un castaño de pura raza española, en corveta y con unas señas de identidad tan exclusivas que nos permiten encontrarlo en otros cuadros del pintor sevillano: la crin negra cae en cascada por el cuello del animal de cabeza pequeña con un lucero corrido ancho; mancha de sangre entre ollares y cuatralbo, calzado alto de las cuatro extremidades, algo muy difícil de encontrar. Los adornos de la cabezada, así como el bocado y el pecho petral son de gala, la Velázquez y colaboradores: “Felipe III, a caballo”. Museo del Prado, Madrid. Velázquez y colaboradores: “La reina Margarita, a caballo”. Museo del Prado, Madrid. 14  Ver Hernando Sánchez, C. J.: “Mil años del caballo en el arte hispánico”, Real Alcázar de Sevilla, 5 abril-17 de junio 2001, p. 129.


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