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130 PIERRE LIERNEUX el origen del uniforme debido a que ninguna nación lo ha podido hacer con certeza. El uniforme militar, por lo menos la librea de las guardias, nunca desapareció completamente, pero la generalización de su utilización a la totalidad de las armas, como norma para el conjunto del ejército permanente, no reaparece hasta el final del siglo XVII. Sin embargo, en la época de Monticuccioli el uso del uniforme se consideraba como un apoyo psicológico clave para el buen estado de ánimo y la disciplina del soldado158. Para los españoles, los Países Bajos era un eterno campo de batalla, por lo que desempeñaron un papel importante en temas de vida militar. En Bélgica, desde hace siglo y medio se llevaron a cabo muchos estudios a este respecto comenzando con las publicaciones del archivista Gachard o del general Guillaume, pero sobre todo las más recientes de Geoffrey Parker y de Etienne Roms. Con ellos se aclararon muchos aspectos, pero todavía no se había tratado el tema de la vida de la historiografía militar española. Esta la encabeza el conde de Clonard y Gomez Ruiz, con el estudio de la armada de Flandes159. Gracias a la posición geográfica de estas regiones, durante los reinados de Carlos V, Felipe II y de Felipe V, recibieron la influencia de la moda de la época, primero la alemana, también la holandesa y por último la francesa. En los Países Bajos se copiaban las modas, los cortes, las telas o el color de las mismas con más o menos celeridad. Se seleccionaba cualitativamente lo que procedía del extranjero. Si se tiene en cuenta su ausencia en los archivos y los cuadros de la época, la ringrave holandesa que tenía gran éxito en París se llevó poco tiempo en los Países Bajos. La corbata “a la Steinkerke”, esa tela que los oficiales franceses no habían tenido tiempo de ajustarse al comenzar la batalla de ese nombre (3 de agosto 1962), se puso casi inmediatamente de moda en estas regiones, apenas cinco años después de la batalla160. 158  El gran estratega de la armada imperial Montecuccoli, en “Sulle Battaglie”, se muestra partidario de las armadas de masa. Estimaba que la insignia de reconocimiento era indispensable, porque permitía que el comandante en jefe siga la acción de sus propias tropas (Cfr Sulle Battaglie, pp. 138-139, citado de nuevo en Th. M. BARKER, The Military Intellectual and Battle. Raimondo Montecuccoli and the Thirty Years War, New York, State Univ. of New York Press, 1975, p. 69). 159  Para una visión general, ver, r Bibliographie belge d’histoire militaire des origines au 1er août 1914, Bruselas, 1979, pp. 77-134; G. PARKER, The Army of Flanders and the Spanish Road 1567-1659, Cambridge- New-York- Port Chester – Melbourne -Sydney, Cambridge University Press, (1ra ed. 1972), 1995; y la tesis de doctoral de E. ROOMS, De materiele organisatie van de troepen van de Spaans-Habsburgse monarchie in de zuidelijke Nederlanden (1659-1700), Vrije Universiteit Brussel, 1997, 5 vol., publicada en Bruselas por el Centro belga de Historia militar en 2004, 484 p. ; S.M. DE SOTTO (conde) Historia organica de las armas de infanteria y de cabaleria, Madrid, 1855-1856; M.G. RUIS- V.A. JUANOLA, El Ejercito de los Borbones. Organizacion, Uniformidad, Divisas, Armamento, Madrid, Servicio Histórico Militar, t. I, 1989. 160  Cfr F. SORBER, Kledij in Antwerpse archieven uit de zeventiende eeuw, in Antwerpen in de XVIIde eeuw, Amberes, 1989, p. 470 (Retomando documentos de los archivos Plantin Revista de Historia Militar, 121 (2017), pp. 130-136. ISSN: 0482-5748


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