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LA MORAL MILITAR DE LOS SOLDADOS ESPAÑOLES… 213 La valentía es la virtud militar más ensalzada. Para los soldados, el desarrollo de la guerra dependía de que tuviesen valor, tanto los mandos como los soldados. Algunas expresiones características: “aquí no hay más que tener valor y sangre fría para pegarles cinco tiros al primer mambís que se vea”, “ánimo y mucho valor”. De otro lado, lo consideraban consustancial al ejército español. La imagen de valentía se repite una y otra vez, pero con más frecuencia aparecía su antónimo, cobardía, que indefectiblemente atribuían a los insurrectos. La expresión venía a descalificar a la rebelión. Es lo mismo que leamos cartas procedentes de Cuba que de Filipinas, la evaluación se repite. “Los mambises no pueden hacer nada porque son muy cobardes” escribían desde Cuba. “Estos insurrectos son muy cobardes, en cuanto ven a un español echan a correr”, opinaban en Filipinas. En las contadas ocasiones en las que cuentan enfrentamientos verbales, la cobardía era la principal acusación. “Los otros echaron a correr y nosotros les decíamos cobardes y traidores, que no valéis para nada” cuenta un soldado. Otro oyó el insulto de boca de los mambises, cuando les tocó tomar una colina. “Nos llamaban cabrones y patones y cobardes hijos de una puta blanca, venir aquí cochinos”, y por cómo lo cuenta el agravio les indignó sobremanera. Con la última excepción, el término cobardía siempre aparece en las cartas asociado a los insurrectos. “Aquí no hay que tener miedo porque son muy cobardes”. “Son unos cobardes, … empezaron a meterse en el monte enseguida que nos divisaron”. Al margen de que formara parte de la estigmatización del enemigo, los soldados llegaron a esta opinión, o la corroboraron, a partir de los encuentros que tenían con los mambises. Por lo común, los insurrectos rehuían el combate y escapaban. Era la táctica guerrillera, pero los soldados lo atribuyeron a cobardía, que consideraban síntoma inequívoco de inferioridad del enemigo. Establecieron así la dicotomía valentía-cobardía como el argumento central de la guerra desde el punto de vista militar, el que consagraba la superioridad española. No cabría definirla como virtud, pero hubo una actitud militar que caló entre los soldados. La encontramos cuando en enero de 1896 se produjo el relevo de Martínez Campos, tachado de excesivamente humanitario12. 12  La evaluación final sobre la guerra hablaba del fracaso de las dos políticas, la humanitaria y la represora. “Jamás se hubiera creído que una insurrección colonial … quebrantara tan persistentemente las energías militares y anulara los mayores esfuerzos de Generales como Martínez Campos, que empleó en su campaña el humanitario sistema de atracción, y Weyler, que recurrió al terror y al exterminio de todo cuanto sirviera de apoyo a los insurrectos”. FITÉ, Vital: Las desdichas de la patria, Madrid, 1900, págs. 69-70. En este discurso, representativo del que dominaba en la opinión pública, los problemas radicaban en la desidia de los sucesivos Gobiernos españoles y en las ambiciones de Estados Unidos. Revista de Historia Militar, 121 (2017), pp. 213-234. ISSN: 0482-5748


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