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214 MANUEL MONTERO GARCÍA Los soldados baracaldeses no solían manifestar opiniones sobre la política militar, pero en esta ocasión varios tomaron partido. Y fueron unánimes y contundentes: se felicitaron por el endurecimiento de la guerra. Alguno lo expresó de forma drástica. “Se marchó Martínez Campos, se acabaron los pacíficos, se jodieron los mambises que quedaron en el campo”. Antes no se progresaba porque a los mambises se les dejaba hacer lo que querían. “Ahora se joden por que los pegamos, el que entra en el pueblo ya no sale y al que pillamos fuera le matamos”. No fue una opinión aislada, tenemos varios ejemplos: “le tienen mucho miedo a este General los cubanos, porque dicen que éste entrará más fuerte”, “ahora parece que esta va muy bien desde que marchó el General Martínez Campos… no los dejamos pasar por ninguna parte, así que ellos tienen que joderse sin remedio”. Los que escribieron las semanas del relevo de Martínez Campos por Weyler estaban de acuerdo con el cambio y mostraron una sorprendente agresividad. Algo parecido sucedió al año siguiente en Filipinas, cuando Polavieja dio un plazo para que los insurrectos se entregasen. “Ha puesto ese bando, y todos los rebeldes se van presentado por no caer prisioneros, porque entonces tienen seguro patay como ellos dicen” (patay en tagalo significa muerte). Los soldados mostraron una inequívoca sintonía con la mano dura, si bien cuando volvió la política humanitaria no hubo expresiones en contra. Quizás los soldados no compartían de forma espontánea un militarismo radical, pero resulta obvio que asumieron este discurso, no muy distinto del que transmitía la prensa. O bien eran proclives a las soluciones drásticas o bien fueron permeables a las opiniones de los mandos. Buena parte de estos habían discrepado del “humanitarismo” de Martínez Campos y recibieron con satisfacción su relevo por Weyler: la nueva política se aplicó antes de que el general llegara a la colonia. Sin duda los oficiales transmitieron a los soldados la nueva situación en términos encomiásticos. Los que escribieron sobre la cuestión lo hacían desde lugares alejados entre sí, Gibara, Cruces y San Luis. La coincidencia de sus opiniones indica que fue general y no dependiente de una sola fuente. Sugiere que la oficialidad transmitió a los soldados opiniones coincidentes, al margen de que estos estuviesen dispuestos a asumirlas, por compartir las posturas categóricas o porque vieron en el cambio la posibilidad de un temprano término de la guerra. Si la moral militar se mide por la confianza en la victoria, hay que concluir que la de los soldados estuvo bien alta. Sin excepciones notables, todos los que se expresaron sobre la cuestión coincidieron: España ganaría la guerra. Algunos concluían que la victoria no sería inmediata, que sería costosa, pero fueron los menos y tampoco llegaron a cuestionarse la idea del triunfo final de España. Esta opinión –que fue también la de la prensa- se Revista de Historia Militar, 121 (2017), pp. 214-234. ISSN: 0482-5748


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