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LA MORAL MILITAR DE LOS SOLDADOS ESPAÑOLES… 219 su satisfacción porque no les faltaba. Cuando querían decir a su familia que estaban bien contaban que la comida era abundante. “Comemos muy bien. Lo malo que tenemos es el pan”: la situación estaba cambiando, pues no es lo mismo quejarse del pan que del hambre. Las noticias de este tipo se repetían. “Gordo estoy y con muchas esperanzas. “Sabrás que aquí estamos muy bien, mucho mejor que en la península” pues aunque escaseaba la carne, había muchas frutas, además de que bebían en abundancia, en este caso licores. “Comemos bien de carne”. La comida, y en segundo lugar la bebida, constituía un criterio prioritario para evaluar la situación, tanto por los soldados como para sus familias. “Aquí cuando vamos a rancho nos dan un vaso de vino en cada comida y dos panecillos tiernitos y pan blanco … Si esto sigue así, para nosotros no es guerra, porque estamos mejor que queremos”16. Desde la primavera del 96 las quejas por las vituallas se referían a los altos precios que encontraban en Cuba o en Filipinas, cuando salían del cuartel, no a lo que recibían en este. “Aquí lo único que tenemos algo barato es el tabaco y el ron. Lo demás, muy caro”, en expresión de un soldado que escribía desde Cuba en septiembre de 1896. En Filipinas “el vino cuesta muy caro” y era prohibitivo. A otro soldado y sus amigos les prohibieron salir del apostadero de Cavite por sus agresiones a los taberneros cuando éstos pretendían cobrarles un precio desmesurado cuando tomaban vino. Con todo, después de los primeros meses la opinión predominante era la de que “nosotros andamos por aquí como queremos”, siendo la comida y la bebida uno de los primeros elementos para evaluar la situación. Ocasionalmente hubo deficiencias en la indumentaria. Si era cierto lo que contaba Juan González, tenía razón para protestar, aunque su relato se limita a exponer las circunstancias. Estaba en Alquízar, tras meses de operaciones. A comienzos de enero del 96 se alegraba de que por fin iban a estar “más limpios”. Cuenta que desde julio no les habían dado ropa “y la camisa y los calzoncillos no sé cuándo los he tenido”. Ahora les habían dado calzoncillos y mandado traer tela de la Habana, para hacerles trajes, pues “el que tenemos ya está roto”. Y expresaba su satisfacción por la novedad, más que pesar por haber tenido que combatir en tales condiciones. Transmite la impresión de que los soldados, disciplinados, aceptaban bien las penurias, pero también la imagen de un ejército con deficiencias muy serias, incapaz de vestir en condiciones mínimas a los combatientes. “Aquí andamos mal vestidos y mal calzados” aseguraba otro soldado en febrero, pese a que creía que en conjunto la situación era satisfactoria. 16  La conclusión era peculiar: “estoy muy gordo, tengo la cara llena de granos de tanto gordo como estoy y luego el sombrero y el traje de raya” Revista de Historia Militar, 121 (2017), pp. 219-234. ISSN: 0482-5748


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