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230 MANUEL MONTERO GARCÍA pero también narran circunstancias estrictamente militares, de avances hubo enfrentamientos durante horas con los insurrectos, contados no desde un espíritu militar pero sí desde la aceptación plena de las obligaciones militares. Se advierte otra diferencia entre quienes combaten en Filipinas y en Cuba. Los soldados que estaban en Oriente pocas veces se refieren al enemigo, al insurrecto, y cuando lo hacen su retrato tiene componentes exóticos (hablan de los juramentados, de los extraños juramentos que tenían establecidos, de las armas que empleaban) pero sin los temores que en las Antillas suscitaba el machete, las emboscadas, el encuentro con negros o la marcha por la manigua. En Filipinas hubo conatos de guerra de guerrillas, pero en lo fundamental los encuentros adoptaron la forma convencional, con enfrentamientos de trinchera a trinchera durante varios días y sucesiva ocupación de poblaciones tagalas por parte del ejército español. En cierto sentido, y desde la perspectiva de los soldados, el esquema fue antagónico al de Cuba, donde el ejército español quedó atrincherado en las poblaciones, plazas fuertes y trochas, defendiéndose de los insurrectos y persiguiéndolos por la manigua sin netos resultados al limpiar comarcas y provincias. De ahí que en Filipinas no se perciba, en las cartas de los soldados, similares referencias recelosas a un entorno hostil, del que podía llegar la traición o el ataque nocturno. Comparativamente, las cartas llegadas de Filipinas son optimistas. Compartne la aceptación resignada de la guerra, pero no decaimientos de la moral similares a los se produjeron en Cuba desde el verano del 97. La moral de la tropa Por lo que sabemos, y confirman las cartas de los soldados de Baracaldo, la instrucción que recibían antes de marchar a la guerra era precaria, y no preparaba específicamente para el combate en las condiciones que se daban en las colonias. Se completaba en Cuba o en Filipinas, en las áreas donde debían de combatir, donde entraban en contacto con el máuser y el machete, las armas que utilizaron. De otro lado, no encontramos en las cartas secuelas de una formación que les explicase las razones de la guerra y es verosímil que apenas la tuviesen. Al decir de la prensa, los discursos de las autoridades se dirigían por lo común a los oficiales. Los que tuvieron como público a los soldados y recogió la prensa sorprenden por su construcción elemental, así como por el nivel rudimentario de las ideas que vertían. Sin embargo, probablemente no fueron piezas oratorias elaboradas específicamente para los soldados, sino Revista de Historia Militar, 121 (2017), pp. 230-234. ISSN: 0482-5748


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