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REVISTA DE HISTORIA MILITAR 122

42 JOSÉ IZQUIERDO NAVARRETE te a argumentos de autoridad, prevalecía la preocupación de formar oficiales que antepongan el interés general del Ejército al espíritu de Cuerpo que, mal entendido, había sangrado la necesaria cohesión de conjunto. El general Franco y sus colaboradores iniciaron esta difícil tarea, sabedores de los grandes obstáculos con los que iban a chocar, pero convencidos de que el proyecto docente era un rayo de esperanza para un ejército que se encontraba en plena descomposición. Todos esos afanes educativos se fundieron en un código moral que, recogiendo la herencia de nuestras tradiciones y el eco de las viejas ordenanzas de Carlos III, guiara la conducta de los futuros oficiales. Este código, denominado Decálogo del Cadete, fue elaborado por la comisión organizadora, en analogía con el Credo Legionario, conocido por su presidente y varios miembros. Recogía las virtudes que han configurado el espíritu militar español y que, en última instancia, desde el fondo del alma, impelen a cada cual a cumplir con su deber. No es un código que concite el aplauso unánime de distintos filósofos morales, pero refunde, en diez artículos, un estilo militar que constituye seña de identidad de los oficiales forjados en la Academia General Militar. A tenor del Artículo primero, Base segunda del real decreto de creación, el objeto de la General es: … educar, instruir y preparar moralmente a los futuros oficiales… enseñándoles, al propio tiempo, los conocimientos generales precisos para la profesión militar que es una… así como el conocimiento del material y su manejo y empleo en las distintas Armas. Se trata de un enunciado que se sumerge en el conflicto semántico, propio del siglo XIX, donde los significados de enseñanza, instrucción y educación no estaban definidos de forma precisa. La mayoría de los historiadores de la Pedagogía reconocen en el término educación un atributo moral que le diferenciaría de instrucción, meramente intelectual. No obstante, el texto deja claras dos finalidades, una educativa y otra instructiva; pero la prevalencia del componente moral, en el tipo de enseñanza que debería dispensar la Academia General Militar, hará que el coronel Campins, tras analizar estos fines, concluya: «educación, más que la instrucción».47 A su vez, la Base décima establece que las enseñanzas, ejercicios y prácticas se orientarían a «la formación moral y militar del alumno, a su fortalecimiento físico, a su adiestramiento en el manejo de las armas y a prepararle con la mayor homogeneidad para… las Academias especiales». Nuevamente, los matices de significación podrían facilitar un análisis más 47  CAMPINS AURA, Miguel: Op. Cit., pp. 37, 103 y 127. Revista de Historia Militar, 122 (2017), pp. 42-60. ISSN: 0482-5748


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