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REVISTA DE HISTORIA MILITAR 122

LA ACADEMIA GENERAL MILITAR 1927-1931: Segunda fundación 49 cuanto a las ayudas técnicas de apoyo a la enseñanza se refiere, cada aula contaba con un proyector de opacos y la Academia con dos modernos proyectores de cinematográficos y una colección de películas de gran interés. Sorprende que, en la circular anterior, no se contemplara la metodología a utilizar en la «instrucción general práctica». Es preciso recurrir a las memorias de los cursos y al libro del coronel Campins para hacerse una idea de los métodos y recursos pedagógicos empleados. Se partía de la base de que este tipo de instrucción era complementaria de la teórico-práctica; por otra parte, tendía a preparar a los cadetes para que su paso por las Academias Especiales tuviera el mayor aprovechamiento. Por ello, en el primer curso, el cadete se desenvolvía como ejecutante y, en el segundo, como instructor –de los cadetes de primero – o especialista –en las secciones de las distintas Armas y Cuerpos–; en cualquier circunstancia, era evidente el predominio del hombre sobre el material. Los métodos debían ser activos y ofrecían diversas alternativas. A su vez, los ejercicios de instrucción podían ser de mecanismo, parada y aplicación; los dos primeros se usaban en orden cerrado y los de aplicación en orden abierto. El coronel Campins, en contra de algunas tendencias en curso, recuperó las tesis del general Maud’hui para defender la utilidad de la instrucción de orden cerrado, convenientemente dosificada. No obstante, la instrucción táctica era prioritaria y había que practicarla en orden abierto. El «método de los casos concretos», antes citado, sirvió de guía para organizar las prácticas y ejercicios, según un esquema de fases sucesivas: 1ª Documentación, 2ª Preparación del ejercicio, 3ª Ejecución y 4ª Crítica. El coronel Campins insistía en la necesidad de reunir la información de interés, en especial, la doctrina y reglamentos vigentes, tanto en nuestro Ejército como en el francés que casi siempre servía de referencia. También destacaba, la importancia de la preparación, incluyendo una ambientación lo más realista posible, a pesar de las dificultades de imitar la guerra: falta de la voluntad del enemigo, atenuación del riesgo vital y limitaciones del escenario. En la fase de ejecución, pedía a los jefes de unidad que no olvidaran el concepto de maniobra, arrinconado por la Gran Guerra, y que velaran por las condiciones de seguridad y extremaran las medidas preventivas, aunque asumiendo el riesgo inherente a la profesión militar. Concluía, finalmente, que sin un juicio crítico adecuado no servirían de nada los esfuerzos realizados. En este último aspecto, recordaba a los profesores la transcendencia de la reciente aprobación (ROC. de 6 de octubre de 1926) de la primera parte del Reglamento táctico de Infantería y las diferencias entre nuestras células de combate y las del reglamento francés. Revista de Historia Militar, 122 (2017), pp. 49-60. ISSN: 0482-5748


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