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REVISTA DE HISTORIA MILITAR 122

78 FERNANDO CALVO GONZÁLEZ-REGUERAL Cuando el teniente coronel Asensio se despidió de su superior, Yagüe, la noche del 14 con la histórica frase de “Mañana cruzaré el río, con carros o sin carros”, no sabía que abría las puertas a una gesta en la que se iban a conceder dos laureadas colectivas, tres individuales, 5 medallas militares colectivas y 27 individuales, convirtiendo a este sector en uno de los más condecorados del Ejército nacional en toda la guerra, especialmente en relación a su reducido tamaño. Iba a ser el único lugar en el que se iban a conceder dos laureadas con carácter colectivo (una a toda la guarnición, otra a una compañía de un tabor de Alhucemas por la defensa del Parque del Oeste tras voladura de varias minas), si contamos por separado las de las tres poblaciones que contribuyeron decisivamente a contener la ofensiva gubernamental contra Zaragoza del verano del 37: Quinto, Codo y Belchite. Y también el único en que la laureada colectiva se concedía cuando aún se luchaba en su recinto. Pero vayamos por partes… La Ciudad Universitaria, esa joya arquitectónica al noroeste de la capital y orgullo de un Madrid vanguardista impulsado por el régimen de Primo de Rivera y continuado por la República, se encontraba en fase de avanzada construcción, con algunos edificios ya terminados e incluso en funcionamiento. Concebida en tiempos de Alfonso XIII con una idea muy moderna de la pedagogía universitaria, estaba inspirada en recintos similares del extranjero y sus edificios se levantaban sobre un terreno regio que, algo elevado, quedaba separado de la Casa de Campo por un Manzanares siempre despreciado, siempre tan querido por los gatos. Terreno abrupto, con vaguadas y arroyos tributarios del aprendiz de río, y un desnivel considerable que los soldados atacantes iban a tener que salvar a la carrera y bajo el fuego: de menos de 600 metros de cota en la ribera del Manzanares a algo más de 650 metros en la colina sobre la que se asienta el Clínico, objetivo último de esta fase de la batalla al dominar las calles de entrada a Madrid. Porque ya hemos dicho que la Casa de Campo, con sus entonces aproximadamente 9 kms. cuadrados de arbolado, accidentes naturales, anfractuosidades y elevaciones, se convertirá en el único apoyo para el flanco de unas fuerzas atacantes que se van corriendo desde el Sur -vector de ataque inicial- hacia el Suroeste, y desde allí, por el costado occidental de Madrid, hasta el Noroeste, buscando esta meseta de la Ciudad Universitaria con su mayor cota como catapulta para una entrada en la Villa y Corte antinatural -la de la calle Princesa- pero prioritaria al no poder acceder por la mala postura de ataque de que venimos hablando a otras entradas menos forzadas. Desde estos terrenos quedan muy accesibles la Gran Vía, sugiriendo la ocupación de los centros vitales de la capital, y Cuatro Caminos, la zona más alta de la misma y con unas reservas de agua fundamentales. Las zonas verdes, Revista de Historia Militar, 122 (2017), pp. 78-96. ISSN: 0482-5748


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