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nieros topógrafos civiles y, por tanto, no llevaban uniforme ni insignia alguna militar. Como quedó antes reseñado, tal circunstancia les hizo correr el peligro de ser fusilados como espías civiles si eran capturados por el enemigo. Finalmente, el Cuerpo de Globos se asignó al cuerpo de Ingenieros del Ejército, convirtiéndose en una sección del mismo y por tanto dependiente del mismo; y Hook le dio el mando administrativo al capitán Cyrus B. Comstock. A partir de entonces se redujo su financiación y por tanto su eficacia. Además, como Comstock no estaba dispuesto a que un civil ganara más que él como capitán, redujo el sueldo de Lowe de 10 $ de oro diarios (sueldo de un coronel) a 3 $ y le acu-só de irregularidades financieras.30 Al no ser atendidas sus propuestas ni recibir ningún apoyo entre los mandos militares de entonces, Lowe presentó su dimisión, que fue aceptada con fecha de 8 de abril de 1863, y en mayo quedó liberado de sus obligaciones militares, pudiendo incorporarse al sector privado. Finalmente, los her-manos 8 James y Ezra Allen ocuparon su puesto en el Cuerpo de Globos, que terminó por disolverse poco después, el 1 de agosto del mismo año.31  HACIA EL CAÑÓN DE TIRO RÁPIDO EN ESPAÑA PARA LA GUERRA DE CUBA Uno de los mayores problemas de la artillería en los años 90 del siglo XIX fue la entrada en batería, que era la ope-ración consistente en volver a colocar el cañón en posición de tiro tras realizar cada disparo, ya que suponía adelantar la pieza por el retroceso y volver a hacer puntería contra el objetivo. Además de la fatiga que suponía para los sirvientes del cañón cada vez que disparaban, se ralentizaba el tiro. Hasta entonces se había intentado sin éxito inmovilizar las piezas mediante un sistema llamado “enrejado”, consistente en retener la pieza a base de cuñas bajo las ruedas y cade-nas y cuerdas atadas a la cureña y clavadas al suelo en el extremo opuesto. Una mejora de este sistema lo constituía el freno asociado a las ruedas, que, por inercia en el momento del disparo, actuaba sobre ellas, disminuyendo considerablemente el retroceso. Un proyecto de este tipo fue presentado, en Espa-ña, por el teniente coronel Arana en 1890 y la Junta Especial de Artillería informó favorablemente para ser adaptado a la cureña modelo 1880 empleada en los cañones de bronce comprimido de 8 cm. Pero este tipo de soluciones no eran completas. La solución vino de los montajes navales especialmente di-señados para batir los nuevos objetivos aparecidos en la mar, como los torpederos y los cruceros, cuyas altas velocidades de marcha los hacía muy temibles por el escaso tiempo dispo-nible para batirlos desde que eran descubiertos hasta que se acercaban lo suficiente para emplear su armamento. En estos montajes se añadió un freno denominado de retroceso que absorbía la energía producida en el disparo, dejando retroce-der parte de la boca de fuego, mientras el montaje permanecía inmóvil; finalizado el retroceso, otro elemento, denominado “recuperador”, devolvía la masa reculante a su posición inicial para un nuevo disparo. En todo el proceso, el mecanismo de puntería no había variado su posición, por lo que se podía ha-cer un nuevo disparo de forma inmediata. Este sistema de artillería naval de freno y recuperador, lue-go denominado “órgano elástico”, se trasladó a los montajes de campaña, pues los de plaza y sitio ya disponían normal-mente de frenos de retroceso sujetos a la plataforma. Las primeras noticias procedentes del extranjero sobre sis-temas para anular el retroceso en cañones de campaña apa-recen en el año 1896, en plena guerra de Cuba, y se refieren a dos grandes sistemas: A) Arado elástico: un muelle interpuesto entre un arado y el montaje absorbe el retroceso. B) Órgano elástico: un elemento elástico interpuesto entre el tubo y el resto del montaje elimina el retroceso del conjunto. Ante tales novedades, se nombró una comisión para ir al extranjero y conocer de primera mano las soluciones adop-tadas en otros países. A dicha comisión asistieron los co-mandantes Vargas y Mata, quienes a su regreso, elevaron su memoria determinando cuáles serían las características que debería tener un cañón del nuevo tipo, que al poco tiempo se llamaría “cañón de tiro rápido”. Mientras esto sucedía, aparecieron los cañones de peque-ño calibre (unos 57 mm) en los que el retroceso no era muy importante y disponían de un mecanismo de carga que per-mitía hacer múltiples disparos en poco tiempo. Inicialmente también se les denominó «cañones de tiro rápido», aunque finalmente, esta denominación se reservó a aquellas piezas que disponían de estas ventajas: 1.º.- Anulaban el retroceso, que en cañones de pequeño calibre era posible con montajes rígidos fijos al terreno, pero que en calibres mayores solo era posible con un sistema de arado u órgano elástico. 2.º.- Conseguían rapidez en la carga, gracias a la munición engarzada32 y a los cierres de apertura en un solo movimiento. 3º.- Sector de puntería en dirección sin necesidad de des-clavar el arado. En la memoria de los mencionados comandantes Vargas y Mata también se determinó que lo más adecuado para susti-tuir a los viejos cañones de campaña de 8 y 9 cm sería un ca-ñón de unos 7 cm de calibre, siempre que fuera capaz de disparar un proyectil de 6 kg a una velocidad inicial compren-dida entre 500 y 600 m/s, para conseguir sus mismos efectos. Cabe añadir que la reducción de calibre vino impuesta por el límite de peso que era capaz de arrastrar un tiro de 6 caballos o mulas, fijado en 2.000 kilos incluyendo cañón, armón, muni-ciones y juegos de armas. Además, el empleo de tiros de 8 acémilas se consideraba entonces muy complicado para las maniobras que se hacían en el campo de batalla. La tercera y última guerra de Cuba33 estalló el 24 de fe-brero de 1895 y ese mismo año se iniciaron en España las pruebas para adoptar el primer cañón de tiro rápido para la artillería de campaña, tras ser rechazada la oferta de la casa Nordenfelt de un cañón de montaña de 42 mm de calibre, cuya munición fue considerada por la Junta Superior Facul-tativa como de muy escaso efecto. Tras los estudios y prue-bas pertinentes, dicha junta propuso en 1896 la adopción de los cañones de 75 mm de las fábricas Krupp, Saint-Cha-mond y Maxim-Nordenfelt, dado que todos ellos demostra-ron tener capacidades muy similares.34 Finalmente, el cañón de montaña alemán corto y de tiro rá-pido, el Krupp de 7,5 modelo 1896 fue adquirido por España para la guerra de Cuba y declarado cañón oficial del Ejército español mediante una Real Orden Circular del 1 de marzo de 1897, Colección Legislativa n.º 52, con la denominación de Cañón de Acero de Tiro rápido Modelo 1896 (C. AC. 7,5 cm. Cr. T. r. Md. 1896). Este nuevo y magnífico cañón intervino con gran eficacia en acciones como apoyo táctico a la infantería desde 1896 hasta 1898. Su extraordinaria operatividad culminó en la batalla de Las Lomas de San Juan del 1 de julio de 1898, donde dos de sus piezas neutralizaron la artillería norteame-ricana (Hotchkiss de 81 mm) y protagonizaron como cañones antiaéreos el primer derribo aeronáutico de la historia. Des-pués se usó intensamente combatiendo junto a la infantería en la zona de Melilla, con motivo de la guerra de Marruecos, durante los años 1909 y 1910. Esta pieza de artillería se compone de: cañón, cureña, cajas de municiones, bastes y accesorios. Pero además, se trata del primer cañón español descomponible, precisamente para su fácil traslado con 4 mulos, que era el animal de carga habitual


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