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dos españoles murieron en retirada. A lo largo de ese año, los aviones españoles llevaron a cabo continuos vuelos de suministro a las tropas sitiadas bajo ataques marroquíes y de hostigamiento intensivo contra las fuerzas enemigas (una so-la escuadrilla de vuelo realizó 250 salidas de combate en 55 días, lanzando 2.000 bombas). A partir de ese año, la activi-dad 26 aérea alcanzó su nivel máximo, sobre todo en respuesta a la ofensiva marroquí. Como prueba de la buena ejecución de la aviación española, a finales de 1922, había lanzado 333.000 kilos de explosivos, sufriendo únicamente 1 muerto y 5 heridos. Así mismo, ya en 1923 la aviación había realiza-do todo tipo de misiones, como reconocimiento, vigilancia, suministros aéreos, protección de convoyes, ametrallamien-to, bombardeo, entrega de correo, etc17. En abril de 1925, el líder rifeño Abd-el-Krim hizo una ofensiva general en el Sur, en el área del Protectorado francés, que pro-dujo un desastre mucho mayor que el español de Anual, por lo que los franceses acordaron coordinar un plan con el fin de desembarcar un gran contingente de fuerzas españolas en Al-hucemas. El plan fue llevado a efecto mediante una operación conjunta aeronaval, en septiembre de 1925, con la participa-ción de la Aviación Militar y Aeronáutica Naval españolas, una unidad de hidroaviones franceses y las marinas de guerra es-pañola y francesa. La ofensiva final del ejército español comen-zó con esta operación en la que la aviación, ahora con más de 220 aviones, llevó a cabo una intervención destacada prote-giendo a las fuerzas terrestres y realizando el reconocimiento a lo largo de toda la operación en la bahía de Alhucemas18. El impacto de esta exitosa operación militar y el de la ac-tuación de la aviación en el resultado final del conflicto de-muestran claramente la importancia y el prestigio que en ese momento ya tenía la aviación militar. La campaña de Marrue-cos continuó durante dos años más (hasta julio de 1927) con una superioridad general española, recuperando territorio al enemigo. En los últimos 30 días de la guerra, la aviación española realizó 2.250 horas de vuelo y lanzó casi 13.000 bombas, otro testimonio de su participación clave en esta fase del conflicto19. En lo que respecta a las conclusiones sobre este conflic-to, en particular en sus inicios, “de los resultados obtenidos por la Aeronáutica española en las campañas de 1909 a 1913, puede decirse que hizo todo lo que pudo y que no se le podía pedir más”, como escribiera el entonces coman-dante Jaime Montoto en su artículo “Los principios de la Aviación española en África” (Revista Aeroplano n.º1, Junio 1983): «Dado que la Aeronáutica militar de todo el mundo estaba en mantillas, que no existía aún una doctrina de em-pleo en ninguno de los ejércitos de las grandes potencias y que en España no se tenía más experiencia de su empleo operativo que las informaciones que se hubieran podido obtener sobre las campañas de otras naciones, los resul-tados fueron asombrosos, más aun teniendo en cuenta la precariedad del material aéreo disponible. Ni una aeronave, ni un tripulante, cayeron en manos del enemigo, a pesar de sobrevolar continuamente las regiones de la vanguardia en un frente mal definido y siempre cambiante. A pesar de la penuria económica y de material, no dejó de prestarse ni un solo servicio solicitado por el Mando, no siendo obstáculo los problemas de logística que afligían a nuestras tropas en África...». De forma global, puede concluirse que la aviación militar española en la campaña de Marruecos fue un protagonista esencial del conflicto y que, como consecuencia del mismo, El 17 de diciembre de 1913 dos oficiales, los capitanes Barrón y Cifuentes, realizaban el primer bombardeo aéreo con bombas especialmente fabrica-das para aviación y siguiendo el concepto de fuerza aérea (AHEA) Maniobra conjunta aeronaval en Alhucemas, donde la aviación militar española tuvo una intervención destacada (AHEA)


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