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nos medios han llegado a apuntar que Bin Salman está concretando un plan de paz con Estados Unidos para ofrecer un nuevo territorio a los palestinos. No hay constancia, pero lo cierto es que, la escalada de conflictos en Oriente Próximo ha desviado el foco de atención de la cuestión palestino-israelí, lo que otorga al estado de Israel mayor margen de actuación. LA CUESTIÓN KURDA «Lo que ha caracterizado a los kurdos a lo largo de la historia son sus fracturas internas y enfrentamientos directos. Entre Turquía, Irán, Siria e Irak las relaciones pueden atravesar diferentes etapas, buenas o malas, pero respecto a la cuestión kurda hay una estrategia común para que ese futurible estado kurdo no vea la luz», asegura Nuñez Villaverde. Los peshmerga han desempeñado un rol esencial en la lucha contra el Daesh, sin embargo, los continuos enfrentamientos, la diferencia entre sus lenguas maternas, afiliaciones religiosas, revindicaciones políticas y la desigualdad de los recursos que controlan los diversos cantones —las regiones kurdas Nabil Mounzer/EFE en Turquía e Irán carecen de desarrollo económico, mientras que los de Irak han gestionado durante décadas grandes yacimientos de petróleo y gas natural— hacen prácticamente inalcanzable el consenso que materialice el sueño de la Gran Nación del Kurdistán. Las autoridades que gobiernan la región autónoma del Kurdistan iraquí —el Partido Democrático de Kurdistán (KDP)—, rivalizan con el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) turco. Por su parte, el Partido de la Unión Democrática (PYD), ubicado en Siria, es el único que logró constituir la Federación Democrática del Norte de Siria durante el conflicto, que funciona como una entidad autónoma. Un riesgo que vecinos como Irán y Turquía intentarán aplacar por todos los medios. Todo está aún por definir y Oriente Próximo está sufriendo un nuevo resquebrajamiento en el que los grandes quieren conseguir el mayor gajo posible. Y el pueblo kurdo y, sobre todo, sus recursos es una de las piezas a repartir. Beatriz Yubero internacional Saudí, y que tiene como objetivo penetrar y proyectar su poder en países como Líbano —donde a finales de año Riad trató de deponer, sin éxito, al primer ministro Saad Hariri—, Irak, Siria o Yemen. Sin embargo, los recientes traspiés en política exterior del príncipe heredero saudí podrían facilitar que la todavía incipiente y elitista oposición interna dirigiera su mirada a Irán como el único capaz de oponerse a Riad. CRISIS REGIONAL «El conflicto entre suníes y chiíes se ha instrumentalizado políticamente porque es fácil identificar ese sentimiento en la sociedad, fortalecerlo y, posteriormente, en- frentarlo contra el que es distin- to», afirma Haizam Amirah, investigador principal del Real Instituto Elcano. «La región está fracturada por múltiples partes, en primer lugar a nivel estatal; en segundo a nivel social, lo que implica una falta de políticas de identidad y la proliferación del sectarismo; y en tercero, en una fractura geopolítica por lo que la región no está integrada ni se presta a marcos de seguridad colectiva », continúa el analista de Elcano. Ejemplo de todo ello es la actual situación que vive Egipto. Atrás quedaron Libaneses chiíes muestran en Beirut su apoyo al las promesas de paz social y democracia que llevaron a la revolución del 2011. Los problemas estructurales de un país de más de 93 millones de habitantes, que clama cambios políticos, continúan siendo los mismos. Egipto, que encabeza la Liga Árabe, se ha convertido en un interlocutor de segunda en los foros políticos y económicos, que actualmente lidera Arabia Saudí. Incluso ha rechazado la propuesta de Washington para formar parte de la que pudiera ser la OTAN árabe, lo que, en cierta medida, le aproxima a Moscú. «Egipto es el mejor ejemplo de que no hemos aprendido nada. Los Hermanos Musulmanes, con millones de seguidores, no van a aceptar el golpe de gracia del general Al Sisi. El Gobierno está comprando la paz social con promesas de mejoras de bienestar, sin embargo, no se ve ningún avance económico», indica Núñez Villaverde. presidente sirio, Bacher al Assad. El conflicto palestino-israelí, anquilosado en el tiempo, ha vuelto a captar la atención de la opinión pública. El próximo 15 de mayo se celebra el Nakba, que recuerda la fecha en la que cientos de miles de palestinos abandonaron sus hogares, mientras que Israel conmemora el aniversario de la constitución de su Estado como nación. Desde el 30 de marzo y hasta esa fecha los palestinos llevan a cabo la Gran Marcha del Retorno. Este año, la Marcha fue duramente respondida por Israel y costó la vida a 16 personas y hubo cerca de 1.500 heridos. Una llamada social ha bastado para ofrecer las imágenes más violentas del enfrentamiento que divide a israelíes y palestinos de los últimos cuatro años. Pero en esta ocasión, las naciones árabes —sumidas en la deriva regional y las cuestiones internas de cada Estado— han abandonado la causa palestina. Las últimas declaraciones del príncipe heredero saudí al periódico norteamericano The Atlantic, donde manifestó «el derecho de los palestinos e israelíes a tener su propia tierra», son muestra de ello. Algu- 56 Revista Española de Defensa Mayo 2018


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