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Sanid. mil. 2019; 75(4) 231 Aquellos veterinarios de Annual realizó la asombrosa salida abatiendo a 16 moros que ocupa-ban la trinchera. Aquel día conseguimos realizar la aguada sin contratiempo. Esta empresa la repitió López Sánchez otra vez: cercó a los hostiles, mató a los que no huyeron y recogió muchos picos y palas que los rifeños empleaban para atrin-cherarse, y que nos sirvieron para abrir un pozo; desgraciada-mente no dio agua, y siguió el martirio de la sed. Y concluye la narración del Sr. Bravo con una frase que es un epitafo: Cuando se rindió la Alcazaba, de cuya defensa había sido el alma, le vi por última vez, y no sé la suerte que correría. Su comportamiento el día 26 de julio de 1921 fue heroico; al frente de veinte soldados del Alcántara cuyos escuadrones se encontraban muy repartidos en socorro de las tropas en retira-da, salió de la Alcazaba para desalojar del cementerio a un gru-po de moros que hacía fuego efcaz sobre el servicio de aguada. El teniente López Sánchez avanzó rápidamente con la guerrilla, apoyados por el fuego de la Alcazaba. En pocos minutos llega-ron frente al cementerio, relampaguearon los cuchillos al armar las carabinas y a la carrera penetraron en el cementerio. La lucha cuerpo a cuerpo fue breve pero intensa; los españoles quedaron dueños del cementerio y mantuvieron la ocupación hasta las seis de la tarde en que se replegaron a la Alcazaba. La hazaña se repetiría días después, el día 30, en esta ocasión el camposanto ya había sido fortifcado por los rifeños y el asalto resultó muy duro, pero de nuevo se logró desalojar al enemigo durante varias horas. Las manifestaciones de los testigos que pudieron sobrevivir a aquellos sangrientos días de fnales de julio y principios de agos-to, del caluroso verano de 1921, relataron lo siguiente, según dio a conocer El Telegrama del Rif del jueves 20 de octubre de 1921, bajo el título “…El heroico veterinario militar López Sánchez… La cita textual dice: Los supervivientes de Zeluán hacen grandes elogios del valeroso proceder del veterinario segundo don Tomás López Sánchez, que prestaba sus servicios en la Comandancia de Intendencia de Monte Arruit, durante el asedio de la Alca-zaba… Cuando el movimiento revolucionario amenazaba propa-garse a Monte Arruit, el veterinario López Sánchez recibió orden de trasladarse a Zeluán para hacer acopio de municio-nes, pues de ellas no estaban muy sobrados en el primero de los citados campamentos. Cuando con las escasas que le fue-ron facilitadas intentó regresar, no pudo hacerlo por impedirlo los rebeldes apostados en el camino. Entonces se incorporó a los defensores de la Alcazaba, solicitando un puesto de los de mayor peligro. El señor López Sánchez se hizo cargo del sector que mira al cementerio. Según nuestros informes, facilitados por testigos presen-ciales, en cuanto escaseó el agua, fue de los primeros en ofre-cerse a salir para hacer provisiones del precioso líquido. Con frecuencia se le oía decir: “Mientras yo viva, las mujeres, y los niños especialmente, no carecerán de agua”. Una noche observó que varios indígenas de los que habían quedado en la Alcazaba, aprovechándose de las tinieblas y na-tural confusión, arrojaban al exterior armas y municiones. Con gran exposición de su vida, procedió a la detención de los traido-res, encerrándolos en un calabozo. Hecho esto dio cuenta a sus compañeros de lo sucedido. Otra vez, abandonó durante la madrugada la Alcazaba, diri-giéndose a un lugar cercano, donde los rebeldes abrían trinche-ras, para hacer más efcaz y con menos exposición sus ataques. Destrozó gran parte de los trabajos y regresó al campamento llevando sobre sus hombros varios picos y palas que los rebeldes utilizaban en sus faenas. En todo momento dio prueba de sus entusiasmos y levantando espíritu. Sus certeros disparos, pues era un excelente tirador, causaron muchas bajas en el campo ene-migo. Un día, bajo una verdadera lluvia de balas, salió por ené-sima vez para hacer la indispensable aguada. Su marcha fue presenciada por todos con admiración y temor. Transcurrió el día, y el veterinario López Sánchez, esperado con gran ansie-dad, no regresó. Desde entonces, nada volvieron a saber los defensores de la Alcazaba de su valeroso compañero. Menos afortunado que otras veces, debió encontrar la muerte en su temeraria empresa. Murió en la defensa de Zeluán y fue propuesto para la Lau-reada. Demostró un gran arrojo y entusiasmo en la defensa de su posición. Apostado en su parapeto que daba frente a la estación del ferrocarril español de las Minas del Rif, que estaba muy ba-tido por el enemigo, causó numerosas bajas con su fusil ya que era un magnífco tirador. Eduardo Ángel Caballero Morales (Fig. 7)nació en Bedmar (Jaén), en la calle de la Cárcel (denominación que se mantuvo hasta 1918), a las 7 de la mañana del día 5 de agosto de 1895. Sus padres fueron don Juan Caballero Ruiz, veterinario de Bed-mar, y doña Ángela Morales Losa, natural de Arjona (Jaén), que conformarían una familia numerosa de diez hijos. Fue bautizado en la Iglesia Parroquial de Nuestra Señora de la Asunción de la villa. El municipio de Bedmar se haya unido actualmente al ayuntamiento de Garcíez. Figura 7


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