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historia Felipe IV refrendó el empleo de alférez a Catalina de Erauso y Carlos IV concedió el grado de sargento a Ana María de Soto pero al llegar se encontró viuda y, a cambio, el legado de unas tierras en Cuzco. Conoce entonces a Pedro de Valdivia, a quien acompaña a la conquista de Chile. Desde el primer momento, Inés se ganó el respeto de los hombres de la expedición, asistiendo a los heridos en combate con gran diligencia. Pero fue defendiendo la ciudad de Santiago de Chile, y en ausencia de Valdivia, donde forjó su leyenda de mujer batalladora, por lo que se la condecoró militarmente. Las crónicas cuentan que, con imperturbable sangre fría, no dudó en decapitar con sus propias manos a los siete caciques locales que iniciaron la sublevación, arrojando después sus cabezas a los nativos para disuadirlos de continuar con la lucha. Hecho plasmado en una obra del pintor J. Mercedes Ortega (Museo Histórico Nacional de Chile). ALMIRANTE DEL MAR DEL SUR Otra mujer que alcanzó rango militar por su decisión y mando fue Isabel Barreto, la primera almirante de la Armada Española, y la única hasta la fecha. Gallega de cuna, viajó muy joven con su familia al virreinato del Perú. Casó con el capitán general Álvaro de Mendaña (1586), y con él emprendió una expedición para colonizar las islas Salomón. Descubrieron las Marquesas y la Santa Cruz, crearon poblaciones... Mendaña Biblioteca Central Militar Primera edición de la obra de Bosch sobre Barreto y petición de título por la empresa de las Salomón. murió de malaria en 1595, legando a su esposa la condición de «Adelantada y Gobernadora», y, por ende, el mando de la misión en tierra y de la flota. Isabel no dudó en recoger el guante y liderar la expedición, convirtiéndose en capitán general y almirante. Asediados por indígenas y enfermedades, Barreto mandó dejar las Salomón, comandando a sus hombres hacia Filipinas en un duro viaje, en el que supo imponer disciplina y orden, demostrando una capacidad de liderazgo insólita para la época. Su retrato, junto con documentos de aquellas expediciones, se conserva en el Museo Naval de Madrid. Entre otras instituciones culturales de Defensa, la Biblioteca Central Militar también atesora más de una obra sobre la almirante, como una primera edición de Doña Isabel Barreto: adelantada de las islas Salomón, de Manuel Bosch Barret (1943). LA MONJA ALFÉREZ La historia más especial de cuantas están documentadas es, sin duda, la de Catalina de Erauso, la monja alférez. Soldado pionera, se dijo de ella que era «violenta y pendenciera», pero lo cierto es que escogió su destino, algo que se negaba a las mujeres de la época. Su historia no está ligada a la de ningún hombre. A ninguno acompañó, ni siguió a través del océano. Partió sola hacia América, por decisión propia, para dejar atrás una vida que no quería y forjarse la carrera militar que deseaba. Nació en San Sebastián en 1592 e ingresó en el convento de las Dominicas siendo niña. Con 15 años escapó, viajó fingiendo ser un labriego hasta que embarcó rumbo a América. Allí se enroló en el Ejército Español, como un hombre más, para participar en la conquista de nuevos territorios. Su manejo de las armas y su maestría en el combate le permitieron alcanzar el empleo de alférez. En 1623, a causa de una de sus continuas disputas por cuestiones de juego y mujeres, mató a un hombre en Perú. Fue condenada a muerte. Para que no la ejecutaran, desveló su verdadero sexo y su antigua condición de novicia, lo que la llevó, de nuevo, al convento. Esta vez, en el virreinato, donde estuvo varios años hasta que pudo volver a España. Su fama viajó más rápido que ella misma y, a su llegada, el rey Felipe IV quiso conocerla. El monarca no solo mantuvo su graduación, sino que le permitió que continuara llevando atuendo masculino y, de paso, le puso el sobrenombre con el que pasó a la Historia. Viajó por Europa. En Roma, la recibió el Papa Urbano VIII, quien ratificó la gracia otorgada por el soberano hispano. Finalmente, volvería a América, instalándose en México en 1630, donde vivió los últimos veinte años de su vida. Antes de morir escribió sus memorias, Historia de la monja alférez, donde se recogen algunas de las referencias mencionadas. Además, fue retratada por Juan van der Hammen, y en Donostia, su ciudad natal, una escultura suya adorna los jardines del Palacio de Miramar. COMUNERAS Mientras se miraba al Nuevo Mundo, se desató en Castilla la Guerra de las Comunidades, que se popularizó como «la revuelta de los comuneros» y sacudió la meseta entre 1520 y 1522. Aunque Biblioteca Virtual de Defensa también son varios los historiadores que afirman que la nobleza castellana se alzó contra Carlos I al considerar que la reina legítima era Juana la Loca, inhabilitada y recluida en Tordesillas. Dirigidos por Juan de Padilla, batallaron en Toledo, Madrid, Segovia y Valladolid, hasta que un 23 de abril de 1521 fueron derrotados en Villalar. Su viuda, María López de Mendoza y Pacheco, de luto pero sin resignarse, asumió el mando de la sublevación, gobernó la capital imperial y, desde el Alcázar, dirigió las tropas hasta que, nueve meses después, capituló la ciudad. Fue condenada a muerte, pero logró huir a Portugal. Fue la comunera más conocida, tal vez, por lo escrito sobre ella, recibió el alias de la leona de Castilla e inspiró un 58 Revista Española de Defensa Marzo 2020


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