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Revista del IEEE 6

180 Revista del Instituto Español de Estudios Estratégicos (IEEE) Núm. 6 / 2015 desplegar un grupo aeronaval –constituido por un portaaviones, fragatas de escolta y submarinos nucleares de ataque – y un grupo anfibio. Según la hoja de ruta, estos objetivos de fuerza se alcanzarán entre 2015 y 2025. El esfuerzo de equipamiento pasaría a centrarse en la mejora de la protección de la fuerza (blindados, equipos personales, sistemas anti-IED, defensa NBQR y guerra electrónica); el mantenimiento en condiciones de las reservas de municiones; la potenciación de programas con impacto directo sobre la coherencia operacional (como la capacidad anfibia); la ciberguerra; el transporte aéreo estratégico y táctico; la modernización del apoyo aéreo táctico; el control del medio submarino y de las aguas litorales; el aumento de los sistemas de ataque a distancia (misiles crucero de lanzamiento submarino y aéreo) o la capacidad de realizar operaciones en red.36 En relación a la entidad de la fuerza, el documento detallaba que el Ejército de Tierra contaría con 88.000 efectivos proyectables, organizados en doce brigadas con sus unidades de apoyo; la Armada dispondría de un portaaviones, dieciocho fragatas, cuatro buques de asalto anfibio, seis submarinos nucleares de ataque y cuatro submarinos lanzamisiles; y la Fuerza Aérea mantendría trescientos aviones de combate, catorce aviones de reabastecimiento y setenta aviones de transporte estratégico y táctico. Asimismo, el documento sostenía que la acción exterior y de seguridad francesa se integraría en las estructuras internacionales de seguridad. En este sentido, París apostaba por impulsar la Política Común de Seguridad y Defensa codificada en el Tratado de Lisboa (2007-9) con la articulación de la Cooperación Estructurada Permanente, la creación de un cuartel general conjunto operacional, el reforzamiento de la interoperatividad de los ejércitos europeos, la colaboración en inteligencia, la creación de una industria de defensa competitiva en el mercado internacional y el establecimiento de un mando único e integral para las operaciones civiles y militares europeas. En cuanto a la Alianza Atlántica, se mantenía la tradicional ambivalencia francesa. Por un lado, subrayaba la importancia para el país de la cooperación entre la UE y la OTAN, del papel de la Alianza para afrontar nuevas amenazas y de un nuevo equilibrio entre Estados Unidos y los socios europeos a favor de estos últimos. Pero si bien la colaboración francesa con la Alianza Atlántica había aumentado, especialmente tras su integración en la estructura militar y la obtención de la jefatura de uno de los dos mandos estratégicos, el Mando Aliado de Transformación, París continuaba estando fuera de organismos como el Comité de Planes de Defensa o el Grupo de Planes Nucleares, a fin de conservar su autonomía de decisión.37 36  Ministère de la Défense, Modernisation de la Défense. Pour une Défense d’avance. París: Ministère de la Défense, 2008. 37  PESME, Fréderic, “France’s return to NATO, implications for its defence policy”. European Security, vol. 19, nº 1, 2010, pp. 45-60. http://revista.ieee.es/index.php/ieee


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