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REVISTA IEEE 8

115 Carlos Javier Frías Sánchez La disuasión convencional alcance (y de forma limitada) para Estados Unidos, y solo sería eficaz frente a Estados relativamente desarrollados, cuya economía dependiera del correcto funcionamiento de industrias e infraestructuras críticas y vulnerables. En general, en la «disuasión por castigo» los objetivos a destruir son de «contra-valor » (counter-value), dirigidos a la destrucción de elementos esenciales para el fun-cionamiento de la sociedad (centros industriales, infraestructuras o grandes núcleos de población). En términos de armamento convencional, es preciso recordar que el nivel de daño que es posible alcanzar sobre un adversario determinado, pudiendo ser enorme, es siempre limitado. En consecuencia, en determinados casos no es posible garantizar que no haya un beneficio tal para el adversario que no justifique la asunción de un coste determinado, por elevado que este sea. Este sería el caso cuando entran en juego intereses que el adversario valora como vitales. Así, en la «disuasión por castigo» por medios convencionales siempre será necesario valorar no solo el coste que se pretende imponer al adversario en caso de realizar una acción determinada, sino también los beneficios que percibe de la acción que se pretende disuadir y los costes que se deriva-rían de la inacción a la que se le quiere obligar. Esta evaluación coste/beneficio es una forma de determinar la importancia que el adversario otorga a la causa que defiende en un conflicto. En cuanto a la importancia relativa que las sociedades occidentales conceden a posibles conflictos en los que no está en juego su supervivencia, este es un aspecto tratado esencialmente al estudiar los repetidos fracasos de las grandes potencias en las campañas de contrainsurgencia. Un estudio sobre esta diferencia de intereses puede encontrarse en el trabajo de Andrew Mack, Why Big Nations Lose Small Wars47. Mack defiende esencialmente que a mayores intereses, mayor compromiso, en aplicación del citado axioma de Clausewitz de que la guerra es un conflicto de voluntades48) esta situación lleva a la victoria. En enfrentamientos entre grandes potencias con enemigos más débiles, las grandes po-tencias pierden por hartazgo de la opinión pública (caso de regímenes democráticos) o de las elites dirigentes (caso de regímenes autoritarios) frente a conflictos largos que requieren importantes sacrificios que se estiman desproporcionados ante las posibles ganancias. El razonamiento de Mack es básicamente coincidente con el de Snyder y julio de 2012, pp. 2-4. En <http://www.fas.org/sgp/crs/nuke/R41464.pdf> 12 de marzo de 2014. 47  MACK, Andrew. «Why Big Nations Lose Small Wars: The Politics of Asymmetric Conflict». Revista World Politics, vol. 27, n.º 2, enero de 1975, pp. 175–200. 48  CLAUSEWITZ, Karl von. De la Guerra. Libro I, capítulo 1, apto. 2. «La guerra constituye, por tanto, un acto de fuerza que se lleva a cabo para obligar al adversario a acatar nuestra voluntad». http://revista.ieee.es/index.php/ieee


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