Page 25

RED_360

Pepe Díaz Europa alrededor del 90 o 95 por 100 de los misiles nucleares sitos en este territorio. Y fue fruto del INF y de una buena relación con Rusia (antes de 2014 había un buen grupo de militares y diplomáticos rusos que tenían prácticamente libre acceso a la OTAN; incluso el presidente ruso Dimitri Medvedev participó en la cumbre de Lisboa para discutir sobre cuestiones que tenían que ver con la defensa antimisil). Tendremos por lo tanto que acostumbrarnos ahora, a partir del próximo mes de agosto que de la suspensión se pasa a la retirada, a vivir sin él, a vivir sin red. En el control de armamentos y la nueva era que se avecina hay que citar también las tecnologías aplicadas a las nuevas armas, lo que se viene pergeñando en el ámbito del espacio, las nuevas armas biológicas, la aplicación de la inteligencia artificial, las armas autónomas o esto que se oye tanto de los misiles supersónicos, algo que a mí al menos, a un diplomático, le suena a auténtica película de terror. Las consecuencias en el mundo de la defensa serán notables y aún impredecibles. SIN FRONTERAS En tiempos de globalización la OTAN, además, ha aprendido a mirar hacia fuera. Siendo una organización creada por y para la defensa, es cada vez más consciente de que la colaboración con terceros se ha vuelto imprescindible; y que cualquier inversión en la estabilidad exterior y la democracia en nuestro entorno es una garantía de paz. La OTAN cuenta con una relación estrecha y convenios de cooperación de una u otra relevancia política con organismos internacionales muy diversos. Y esto es una parte muy poco conocida del público. Desde Naciones Unidas hasta la Cruz Roja, yo me reúno con frecuencia con ellos, pero también con representantes de la Unión Africana; la Liga Árabe, el Consejo de Cooperación del Golfo, y, por supuesto, la Unión Europea. Y este último caso es curioso porque teniendo su sede como la OTAN en Bruselas y compartiendo 22 miembros en común, la colaboración no ha sido especialmente intensa hasta hace dos años. Pero en estos últimos 24 meses hemos desarrollado 74 líneas de colaboración y, lo digo con satisfacción, que ha cambiado la cultura de ambas organizaciones. Hoy resulta impensable la antigua falta de comunicación: todos los días se celebran reuniones OTAN-UE en las que se analizan aspectos que van desde la guerra cibernética, la guerra híbrida hasta la comunicación estratégica, contraterrorismo o la Europa de la Defensa. La inversión en seguridad también supone en el caso de la Alianza Atlántica dotar a los países que nos lo soliciten de unas instituciones y unas capacidades de defensa suficientes para enfrentarse a los desafíos que puedan encontrar. Se trata de proyectar estabilidad y hacerlo sobre la base no solo de la evidente soberanía de nuestros socios y asociados, sino también sobre el hecho de que ellos conocen mejor que nosotros sus problemas, su territorio, su gente, su cultura, sus grupos terroristas. La colaboración con terceros es un elemento consustancial a la OTAN: la organización cuenta con acuerdos de partenariado con 41 países, que van desde Japón a Australia, pasando por Colombia hasta Ucrania, Finlandia y buena parte del mundo árabe. Muchos de ellos participan en misiones y operaciones de la Alianza, reciben adiestramiento, asesoramiento en la construcción de capacidades de instituciones de defensa, y con todos ellos reproducimos un diálogo político de gran importancia. Al que se suma el grado de análisis que ellos pueden aportar sobre problemas regionales al que nosotros a veces no podemos llegar porque sencillamente nuestra cultura es diferente. Como conclusión, incidiría en que la Alianza Atlántica tiene en sus manos su futuro si sabe gestionar las crisis —que no debe despreciar— y si no da por hecho una suerte de superioridad natural y moral autocomplaciente. Mantener esa ventaja y defender la fortaleza del ideal democrático es la complicada tarea que recae ahora sobre nosotros pero que recaerá especialmente en la próxima generación. En el espacio menguante al que me refería antes, las turbulencias aconsejan abrocharse el cinturón. La tentación en ese espacio por parte de algunos actores de saltarse las normas es constante. Al mismo tiempo, la interdependencia obliga a todos a la prudencia. En el espacio menguante, la acción contra el vecino se vuelve contra uno mismo. La crisis de uno se contagia al entorno, y ese miedo que lleva a la prudencia es lo que salva la paz. Yo no veo otra manera de frenar la marcha hacia un mundo peor: es una fórmula vieja basada en el derecho internacional, el multilateralismo, la educación ciudadana, la unidad de las democracias, la defensa de nuestros ideales y la vuelta de los hombres de Estado. Se trata de preservar la paz, de darle una larga cambiada al autoritarismo —al reconocido y al reconocible—, al que llega de mano de la barbarie y de los disimulados «utópatas» del populismo, para poder así compartir un espacio que aunque menguante es el nuestro y esperemos que siga siendo libre y que siga siendo de todos. L Cualquier inversión en la estabilidad de nuestro entorno es garantía de paz Abril 2019 Revista Española de Defensa 25


RED_360
To see the actual publication please follow the link above