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p e r s p e c t i v a su sede a Bruselas en 1966. Hay elefantes en la habitación que no resulta fácil ocultar; pero hay que mirar a los desafíos fríamente, más allá de los grandes titulares. Son diferencias salvables y en muchos casos temporales. Está claro que Estados Unidos necesita a Europa y que Europa necesita a Estados Unidos, pretenderse ajenos y distantes es ingenuo y es arriesgado. ORGANIZACIÓN Y ALIANZA La OTAN puede entenderse o bien como una organización —la Organización del Tratado del Atlántico Norte— o como una alianza, la Alianza Atlántica. Y a lo largo de sus siete décadas de historia ha tenido un papel u otro en virtud de los tiempos que le ha tocado vivir. En una organización internacional se entiende que el interés nacional prime y en una alianza, sin embargo, se supone que existe un bien superior, un objetivo común por el cual sus componentes estarán dispuestos a sacrificar al menos una parte de ese interés nacional. Y este aspecto estuvo bien claro durante los tiempos de la Guerra Fría cuando existía una amenaza clara sobre Europa, y la OTAN fue una alianza con todas las consecuencias. Tras la caída del Muro de Berlín llegaron unos años de vino y rosas en los que algunos entendieron a la Alianza como una organización e incluso se plantearon que podría ser disuelta. Pero en el 2014 las cosas cambiaron y la realidad nos demostró cuánto de necesaria es la OTAN. El concepto de alianza en su comportamiento conlleva dos elementos que solo sobreviven juntos y que mueren por separado. Me refiero a la unidad y a la disuasión. La disuasión es imprescindible para mantener la paz y la seguridad; la OTAN tiene que disuadir, es su primer y primordial objetivo. Los años de vino y rosas nos enseñaron muy claramente esa lección. Fueron tiempos en los que la capacidad disuasoria de Occidente frente a Rusia dejó bastante que desear. Por ejemplo, tras los ataques cibernéticos a Estonia en 2007 no ocurrió nada; después de los acontecimientos de Georgia en el año 2008, Occidente implantó unas sanciones que duraron tan sólo seis meses. Era una ganancia rápida, una ganancia barata. Incluso en Siria, tras trazarse una línea roja en el caso de que allí se usaran armas químicas, vimos a la Cámara de los Comunes británica primero y al Senado de los Estados Unidos después, echarse atrás. Pero en marzo de 2014 Rusia se anexionó Crimea, poco después fue la crisis del Donbass en Ucrania y comenzaron una serie de actividades desestabilizadores en territorio aliado (fake news, ataques cibernéticos...). Ese mismo año, en agosto de 2014, el Daesh proclamó su califato y tan solo un mes después los jefes de Estado y Gobierno de la OTAN tenían una cita en la ciudad de Gales. Pero la Alianza supo reaccionar y lo hizo de la única manera posible: recuperando la disuasión, creando y mejorando una fuerza real de alta disponibilidad, moviéndose al este estableciendo fórmulas ágiles de refuerzo y colaborando en la lucha contra el Daesh. La disuasión se compone de dos elementos: la capacidad militar y la voluntad política de usarla si llega a ser preciso. La capacidad militar hace necesario a su vez un presupuesto y fue por ello, otra vez en Gales, que los jefes de Estado y Gobierno decidieron que en el plazo de diez años los países miembros de la Alianza deberían tender a alcanzar el 2 por 100 de su PIB en defensa. Y esta no es una cifra exagerada, no tiene por qué parecerlo si pensamos que ya en el año 2000, y en tiempos aquellos en los que la amenaza no acababa de asomar por el horizonte, se gastaba en Europa el 2,03 por 100. Por comparación, hoy, cuando la incertidumbre es alta se viene gastando de media en torno al 1,5 por 100. La voluntad política de utilizar la capacidad militar se traduce en la Alianza Atlántica en la unidad. La disuasión y la unidad permiten, además, el diálogo con cualquiera que pueda identificarse como un adversario, como un riesgo o como una amenaza. Es el caso, otra vez tengo que citarlo, de Rusia. Con el Kremlin la OTAN ha decidido desarrollar una política de disuasión, de defensa y de diálogo. Pero insisto, el diálogo con Rusia solo es comprendido y comprensible si va acompañado de disuasión; sin disuasión el diálogo es una nuez vacía. Y, a su vez, la disuasión sin diálogo, sin comunicación, puede fácilmente degenerar en la escalada. Y todo ello complementado con una defensa eficaz. Y cuando hablo de defensa no me refiero solo al artículo V, hablo de procurar que las capacidades militares sean suficientes, que estén en situación óptima para su despliegue, para su utilización, para la operatividad con otros ejércitos aliados, para que se compartan el análisis, la información, la inteligencia; para procurar que el adiestramiento de nuestros militares sea idóneo. La Alianza también contempla la seguridad a través del control de armas, el desarme, la no proliferación, la reducción de riesgos derivados de intercambios o los ejercicios con terceros. En la OTAN conviven la seguridad, la capacidad de seguimiento, el análisis y conocimiento profundo de los asuntos relativos a la seguridad, la memoria histórica y una experiencia que se pone al servicio de sus miembros facilitando que los aliados coordinen sus posiciones y puedan luego tener una posición común en otros foros, sea la OSCE o las Naciones Unidas. Hablando de desarme tengo que mencionar la reciente suspensión del tratado INF. Entre 1987 y el año 2014, vuelvo otra vez a los tiempos de vino y rosas, desaparecieron de 24 Revista Española de Defensa Abril 2019


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