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INVESTIGACIÓN Y ANÁLISIS. LECCIONES APRENDIDAS Los medios acorazados y mecanizados, que, hasta esa guerra, no pocos creían obsoletos y superfluos en un entorno estratégico que había superado la Guerra Fría, resultaron un factor fundamental en la consecución de los objetivos militares definidos en la operación Iraqi Freedom (OIF).6 El testimonio que ha dejado el informe post-misión de la 3ª División de Infantería, en quien recayó el esfuerzo principal de la operación, es muy elocuente al respecto cuando dice: “En gran medida, esta guerra se ganó porque el enemigo no pudo alcanzar efectos decisivos contra los vehículos de combate acorazados. Reconociendo que numerosos factores contribuyeron a conformar el campo de batalla (…), nuestros sistemas acorazados nos permitieron cerrar sobre y destruir un enemigo fuertemente armado y fanatizado. Ningún otro sistema de armas hubiera sido capaz de producir un éxito similar sin aceptar un elevado número de bajas (…) Es fundamental lograr una potencia de combate decisivo: Solo las fuerzas pesadas son capaces de proporcionar esta capacidad.” 7 En este artículo se ofrecen algunas claves para entender qué papel jugaron los medios pesados en OIF, y cómo fueron empleados para lograr una victoria tan rápida y contundente como la que anunció el presidente el primer día de mayo de 2003. No es, por tanto, una crónica exhaustiva de la campaña, sobre la que se han vertido ya ríos de tinta, sino que hace un recorrido breve de la misma, concentrándose en la fase en la que se produjeron las acciones principales de Bagdad, que concluyó con el colapso del régimen del partido Ba’ath, y enfatizando aquellos aspectos que arrojan luz sobre el uso de esos medios. EL CAMINO A LA GUERRA Para poner la Operación Iraqi Freedom en contexto, es necesario remontarse al final de Desert Storm, la operación que decidió la Primera Guerra del Golfo en 1991. En aquella ocasión, tras haber desalojado de Kuwait a las fuerzas invasoras de Saddam Hussein en una ofensiva tan 6 “Iraqi Freedom” fue el nombre que recibió la operación lanzada para derrocar al régimen de Saddam Hussein. 7 John Gordon IV y Bruce R. Pirnie, “’Everybody Wanted Tanks.’ Heavy Forces in Operation Iraqi Freedom,” Joint Forces Quarterly, No. 39, (4th Trimestre 2005): 85. 8 Thomas E. Ricks, Fiasco. The American Military Adventure in Iraq, (New York, NY: The Penguin Press), 5. 9 Por ejemplo, Colin Powell, Secretario de Estado en 2003, era Jefe del Joint Chiefs of Staff en 1991; Dick Cheney, vicepresidente en 2003, era Secretario de Defensa en 1991; Paul Wolfowitz, Segundo Secretario de Defensa en 2003, había sido Subsecretario de Política de Defensa en 1991. 10 General Tommy Franks, American Soldier, (New York, NY: Harper-Collins, 2004), 315. 11 El Central Command, CENTCOM, es uno de los Mandos Combatientes en los que el Departamento de Defensa de los Estados Unidos divide el globo para distribuir responsabilidades de mando y control de fuerzas militares en caso de activación de operaciones militares. 12 Franks, American Soldier, 329. El OPLAN consideraba necesaria una importante concentración de fuerzas antes del inicio de las operaciones decisivas. El tema del nivel de fuerzas con que se inició la invasión –y con las que se completó- fue controvertido en el momento del planeamiento. La cuestión se tornó más agria cuando, tras el final de las operaciones principales con la toma de Bagdad, resultó evidente que el nivel de fuerzas disponibles para la fase de estabilización era insuficiente para las tareas que demandaba la situación. En varios lugares de sus memorias, Franks cuida de hacer hincapié en que la decisión estaba fundamentada –correctamente, cabe deducir- en que las soluciones tecnológicas disponibles a las Fuerzas Armadas permitían compensar una reducción de efectivos. 68 brillante como resolutiva, el presidente George H. Bush decidió limitar el alcance de las operaciones militares, desistiendo de la posibilidad de continuarlas para llegar a Bagdad y desalojar del poder al dictador iraquí, convencido, tal vez, de que la caída del dictador era inminente.8 Durante la década siguiente, Irak fue convirtiéndose en un irritante para la política exterior de los Estados Unidos hasta que, finalmente, la masacre del once de septiembre, asociada a las fundadas sospechas de que el régimen iraquí mantenía un importante stock de armas químicas y de que colaboraba con el grupo terrorista Al Qaeda, ofreció una oportunidad para cambiar el statu quo y poner fin a los largos años de dominio Ba’ath sobre Irak. A todo ello se sumaba la sensación albergada por parte de la administración norteamericana del presidente George W. Bush, -muchos de cuyos miembros habían sido actores clave en Desert Storm-, de contar con un clima propicio para terminar una operación que, en su opinión, había quedado inacabada en 1991.9 El Presidente Bush comenzó, pues, en noviembre de 2001 a considerar seriamente la posibilidad de invadir Irak.10 Por indicación del Secretario de Defensa Rumsfeld, el teniente general Franks, comandante del CENTCOM,11 recuperó inicialmente el plan de contingencia 1003 elaborado después de Desert Storm para una eventual invasión de Irak, y lo tomó como base para su planeamiento. Tras un análisis inicial, sin embargo, concluyó que el OPLAN 1003 había sido concebido con conceptos y soluciones tecnológicas propias de la década de los noventa, ampliamente superados, por tanto, en la primera década del siglo XXI.12 Dejando a un lado, por tanto, los presupuestos intelectuales del OPLAN 1003, Franks planeó una nueva operación, bautizada con el sobrenombre Iraqi Freedom, cuyo objetivo estratégico era el de derrocar a Saddam y al régimen del Ba’ath, para dar lugar a un Irak estable, seguro,


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