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9 nardi, pero con rumbo fijo de Plasencia a Coria; precediendo diez meses a Blanchard y al doctor Jeffries, que en enero de 1785 intentaron atravesar el Canal de la Mancha, y precedió a los intentos de la dirección de los globos menos pesados que el aire y a las máquinas voladoras, más pesadas. Por los años del 1784 la aerostación ocupaba con gran ardor a los sabios y al vulgo de Europa, y no es de extrañar que un don José Patiño, del mismo nombre que el teniente general, intendente de la provincia de Extremadura en el año 1711 y en algunos años sucesivos, según los libros de Acuerdos, o sea de actas del Ayuntamiento de Plasencia, hiciera el viaje a Coria, atravesando por los aires el río Alagón, tripulando con otros dos su aparato de semejanza al pez espada, que figura en el dibujo al aguafuerte existente en la Biblioteca Nacional de Francia, enviado a la exposición aerostática de Fráncfort; pero de la certeza de este viaje no he podido encontrar ningún documento oficial comprobante; solamente he visto el libro de Acuerdos del Ayuntamiento… Tampoco se sabe si el viaje, representado en el grabado, fue como copia real del que se hiciese de Plasencia a Coria, pasando el río Jerte y el Alagón, o de una a otra ciudad pintadas en el escenario del Teatro del Hospital de las Llagas, en el que manejasen con cuerdas la máquina que figuran conducir los tres tripulantes moviendo los remos y la cola; de los cuales no es posible que fuera uno el intendente que fue de Extremadura en el año 1711, don José Patiño, porque en 1784 no podía tener menos de 98 años y pudiera ser otro, que ni aún pariente suyo fuera, pues llamándose Patiño sería oriundo de Portugal; como no sabemos si se le llamaría así en el caso de que el grabado existente en Francia procediese de la ilustración del artículo que el vizconde de Villarinho de San Román publicó sobre aerostación en la Revista Universal Lisbonense por los años de 1843, cuya procedencia no me ha sido posible conocer hasta ahora. Esto es lo que por acá sabemos del asunto. Los lectores juzgarán». Vicente Paredes vuelve a citar al portugués Bartolomé Gusmao, pues, el 8 de agosto de 1709, este en la Casa de Indias de Lisboa, presentó al monarca portugués Juan V su globo. Ante los asombrados ojos de la corte, se elevó varios metros del suelo, recibiendo los elogios de los presentes, quienes le apodaron el cura volador, aunque el nuncio del Vaticano en Lisboa vio en la demostración una excusa perfecta para acrecentar sus recelos hacia los jesuitas: Gusmao era «socio del diablo». Por ello tuvo que escapar de la Inquisición refugiándose años más tarde en la ciudad española de Toledo, donde falleció en 1724, siendo enterrado en la iglesia de San Román. El 26 de junio de 1966 fueron entregados a un representante del Parlamento de Brasil los restos del insigne inventor, conservándose en el Archivo Municipal de Toledo el acta de la exhumación. Con el dato del número de la revista Blanco y Negro, que correspondía al 9 de abril de 1910 y en su páginas 21 y 22, encontré el artículo, referente al vuelo de José Patiño y que firmaba Manuel de Saralegui y Medina, en el que aparecía una fiel reproducción del grabado de Chereau bajo un título en alemán: «Aus der Geschichte der Luftschiffahrt» y debajo un subtítulo en español, «Un Precursor». Dada la gran importancia de este artículo, se resume a continuación. Saralegui comienza recordando sobre el desconocimiento y el olvido nacional de la parte que indiscutiblemente nos pertenece en los descubrimientos que se han venido realizando en el mundo a lo largo de la historia. Más adelante continúa diciendo: «La casualidad, por intermedio de mi entrañable amigo el ilustre ingeniero Sr. Sesé, pone hoy a mi alcance un nuevo y fundamental apoyo de la tesis que defiendo, tan curioso por su naturaleza, como interesante por su oportunidad, y del cual son los extranjeros, al parecer, únicos conscientes depositarios, y los extranjeros, también, generosos divulgadores, a quienes debemos merced. Fechado en 1784, existe en la Biblioteca Nacional de París un curiosísimo grabado al aguafuerte, del cual nos complacemos en ofrecer a los habituales lectores de Blanco y Negro una exacta reproducción fotográfica, de cuyas primicias somos deudores a un ilustrado periódico alemán. Refiérase tan bella estampa a la ascensión que se supone hecha en el mencionado año de 1784, por un aviador llamado José Patiño, quien tripulaba un extraño dirigible que aparece bautizado con el nombre de pez aerostático, pez que se elevó en Plasencia, de Extremadura, y atravesó, surcando los aires, un espacio de más de doce millas, para descender con felicidad en las cercanías de Coria, al declinar la tarde de uno de los primeros días del mes de marzo». En la estampa, perfectamente clara y detallada, aparece el fantástico volador afectando, con toda propiedad y exactitud, la forma del pez espada; va tripulado por tres hombres, de los cuales, uno maneja con ayuda de un juego de diversos guardines, los timones de dirección, tal vez horizontal y vertical, que fingen ser la cola del pescado, y sobre su lomo y a horcajadas, bogan los otros dos, a remos paralelos, simulando —supongo yo— con tales palancas, el motor que debería funcionar, constituyendo, el secreto del sistema en el hueco interior del artefacto. Probable es que en los archivos municipales de Coria o de Plasencia se conserven, universalmente desconocidos, documentos que den noticias circunstanciadas de un acontecimiento tan señalado y memorable; y no me parece desatinado el esperar —ya que hoy por hoy no puedo hacerlo personalmente— que alguna persona curiosa y culta de aquellas poblaciones emprenda la inteligente rebusca que Cuadro al óleo que se conserva en el Museo Paulista de Brasil que representa la demostración aerostática de Gusmao ante la Corte del rey Juan V de Portugal Detalle del aguafuerte del Pez Aerostático


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