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87 la formación de algunos marinos para realizar funciones tradicionalmente desempeñadas por los observadores. Desde la publicación del Reglamento para el Servicio de Aeronáutica Militar en 1913, los observadores ocuparon durante muchos años un lugar destacado en la Aviación Militar española. En ese reglamento y en el posterior decreto de 1920 se reconoció la figura del observador de aeroplano, se creó el correspondiente emblema y se estableció una sola escuela para la formación de observadores, situada en la base aérea de Cuatros Vientos. En 1926, se fundó la Jefatura Superior de Aeronáutica, comprendiendo la Aerostación y la Aviación y se formaron las ramas de aire y de tierra. Los observadores con los pilotos, bombarderos y mecánicos se incluyeron en la de aire. En el reglamento orgánico de la Aeronáutica Militar de julio de 1926 se fijaron plantillas, se dieron misiones y se integró al personal de Aviación en las citadas escalas, valorando los méritos de cada aviador. A partir de 1927, se convocaron cuatro promociones de oficiales aviadores aplicando el reglamento de 1926. Las enseñanzas se impartieron entonces en dos años académicos y comenzando con el curso de Observador realizado en Cuatro Vientos y en Los Alcázares. Los alumnos de la 1.ª y la 2.ª promoción del nuevo plan recibieron sus diplomas en 1929 y 1930, y se escalonaron en Aviación según las notas del curso. La 3.ª y 4.ª promoción acabaron su formación en 1931 y en 1932 respectivamente, ya tras la reforma de la Aeronáutica hecha por el Gobierno Berenguer. Entre los egresados había pilotos veteranos que se hicieron observadores para cumplir las condiciones de ingreso en la escala de Aviación. En los párrafos anteriores se ha podido constatar que en los primeros treinta años del siglo XX, la Aerostación y la Aviación Militar españolas fueron pioneras en el uso de los medios aéreos en combate. Una vez prácticamente alcanzada la paz en el Protectorado, pilotos y observadores de aeroplano demostraron su gran preparación técnica, realizando con éxito grandes vuelos por todo el mundo en los años 20 y 30 del siglo pasado. Por su parte, la Escuela de Observadores de Cuatro Vientos fue un centro de excelencia con prestigio internacional en todo lo relacionado con la enseñanza de la navegación aérea. Durante la Guerra Civil, la necesidad de observadores siguió existiendo. Para formarlos, la Aviación republicana utilizó la base de Los Alcázares y el bando sublevado creó la Escuela de Observadores de Málaga, continuando ambas su actividad en los años de la posguerra. Tras el cierre de la Escuela de Málaga en 1959, la AGA tomó el relevo en la enseñanza de navegación aérea y de materias relacionadas como: fotografía aérea, tiro, bombardeo y otras propias de la observación desde el aire. Sin embargo, hasta 1964 la preparación de los observadores no se volvió a considerar una enseñanza específica, impartiéndose también a los alumnos de las otras escuelas de vuelo (pilotos). En 1965, la creación en la AGA de una Escuela de Observadores motivó serias esperanzas de que la formación de observadores pudiera volver a alcanzar los niveles de excelencia que tuvo en los años 20 del siglo pasado. La falta de material de vuelo adecuado, la escasez de profesorado y razones de carácter orgánico, ocasionaron una progresiva disminución de las horas voladas y de la atención dedicada a los cursos de observadores. Por otra parte, el prestigio del título de Observador se vio afectado por su concesión tras los mencionados cursos de corta duración realizados entre los años 1973 y 1978. No obstante, la percepción de que el título de observador era algo del pasado estuvo principalmente causada por no haberse adaptado las enseñanzas necesarias para obtenerlo a la evolución de las técnicas aeronáuticas y aeroespaciales y a las cambiantes necesidades operativas. El observador del futuro Para relanzar el título de observador en los comienzos del siglo XXI, sería necesario dar a los aspirantes a obtenerlo una formación completa y actualizada en todo lo relacionado con la navegación aérea y espacial, así como sobre los procedimientos para ejecutar un amplio espectro de funciones operativas relacionadas con la aplicación del poder aeroespacial. Entre esas funciones operativas deberían figurar el planeamiento de las misiones y, cuando se determine, el guiado de los aviones pilotados remotamente, así como el estudio, la preparación y el seguimiento de las trayectorias de aeronaves espaciales y satélites. Los nuevos observadores deberían estar preparados para ejecutar todo tipo de tareas relacionadas con la operatividad aeroespacial y con la operación de sistemas aéreos y aeroespaciales. Teniendo además en cuenta que, en los próximos años, los observadores no tendrán que desempeñar su función siempre embarcados. Recuperado el prestigio y las funciones del título, podría ser además impartido para complementar la formación de los pilotos como ocurrió con los cursos de observadores de los años 20 y 30 del siglo pasado y posteriormente en la AGA. El campo de actuación del poder aeroespacial es muy amplio y será necesaria una preparación especializada y una actuación eficaz para garantizar la defensa de nuestros ciudadanos y para asegurar la paz y el progreso de España. Actualizar las funciones de los observadores contribuiría a esa ilusionante tarea y por añadidura se mantendría la permanencia del histórico emblema de observador en los uniformes de los aviadores españoles. Astronautas trabajando en el espacio La península Ibérica desde el espacio


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