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DISCURSO DESPEDIDA DEL ALMIRANTE DE LA FLOTA Infantes de Marina: Resuena todavía en mis oídos ese cuarto mandamiento de vuestro decálogo, que acabáis de proclamar: “seré siempre respetuoso con las tradiciones del Cuerpo, estaré orgullosos de su historia y nunca haré nada que pueda desprestigiar su nombre”. Un mandamiento que os vincula con los héroes, conocidos o anónimos, que forjaron la historia de la Infantería de Marina más antigua del mundo. No es difícil estar orgulloso de vuestra historia. Pero es bueno tener siempre presente que la historia no es necesariamente algo viejo, anclado en un pasado remoto, por glorioso que sea. La historia es, bien lo sabéis, algo vivo que escribimos en cada momento del presente con nuestros actos, como la escribieron otros antes que nosotros. En los dos últimos años, en los que he tenido el honor de ejercer el mando de una Flota que tiene en la Infantería de Marina buena parte de su razón de ser, os he visto escribir páginas nuevas, páginas que en absoluto desmerecen de vuestra limpia hoja de servicios. Páginas que dan fe de vuestra ilusión y entrega en las duras tareas de la preparación, donde lo que se ahorra en sudor, bien lo sabéis, se paga en sangre. Páginas que dan fe de vuestra eficacia, vuestro valor y vuestro sacrificio en operaciones en países lejanos, como es el caso de Mali, donde, hace pocos meses, el soldado Antonio Carrero entregó su vida por España. Páginas que dan fe de vuestra adaptabilidad, de vuestra integración en las cubiertas de nuestros buques y de vuestra profesionalidad protegiendo nuestras instalaciones. Las páginas que habéis escrito bajo el mando de vuestro Comandante General, el general Planells, y su predecesor, el General Vicente, durante el tiempo en que he tenido el honor de ser vuestro almirante, también son historia del Cuerpo y también tenemos la obligación de estar orgullosos. Yo, desde luego, lo estoy. Nada se consigue sin esfuerzo, pero vuestro esfuerzo no ha sido en vano. Mi más importante responsabilidad como Almirante de la Flota ha sido la de construir instrumentos útiles para que la España de hoy pueda recorrer, libre y segura de sí misma, el camino que escoja como nación. Y ha sido fácil hacerlo con personas como vosotros, hombres y mujeres dispuestos a arriesgar, si fuera preciso, vuestra vida para que sean precisamente las botas de la Infantería de Marina las que dejen la huella de España en los tramos más difíciles de ese camino. Sabéis que para mí está muy próxima la última entrada de mi hoja de servicios. Pero para la Infantería de Marina, todo lo vivido, por notable que sea, no debéis verlo más que como un prólogo a lo que os queda por hacer. Yo, como toda la Armada, estoy seguro de que tenéis un futuro brillante delante de vosotros. Un futuro brillante para quienes tenéis como misión la realización de operaciones en tierra desde la mar. Porque la mar, vuestra razón de ser, no es una invención, sino un hecho físico. La historia nos enseña que la mar ha sido, para algunos, una barrera natural, un enemigo al que derrotar. Para otros, y de esto hay muchos ejemplos en la historia del Cuerpo, la mar no es una barrera, sino un camino sembrado de oportunidades, oportunidades de trabajar para España. La diferencia está en nuestra actitud. Para quienes hemos vivido la mar desde nuestra juventud, lo anfibio es algo natural. Los marinos de hoy, infantes de marina o del cuerpo general, no solo sabemos, sino que sentimos en nuestras fibras como la mar permite a quien la domina jugar con los tiempos y con los espacios. Vivimos la libertad que la mar nos da, la libertad que cantaba Es- 4 BOLETÍN DE LA INFANTERÍA DE MARINA


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