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Memorial de Infantería 72

BIBLIOGRAFÍA Estamos ante una biografía que supera a las obras de este género en gráficos, imprescindibles para un perso-naje que se mueve por múltiples teatros, aunque no pue-de proporcionar el detalle de los trabajos monográficos. Al estar escrita por un historiador militar, muchos de sus comentarios son expertos, agudos y oportunos, y rara vez nos deja sin pistas para formar una opinión propia que no tiene que coincidir con sus conclusiones, pues presenta los hechos sin centrarse en los favorables, ni en los negativos. La documentación y los comentarios respecto a la fiabilidad de las fuentes utilizadas, muy bien contrastados, son uno de los puntos fuertes de Roberts. No se resaltan, pero tampoco se ocultan, cotilleos y cir-cunstancias anecdóticas, algunos extraordinarios, otros aparentemente contradictorios, sean estos favorables o contrarios, aunque es inevitable una ironía subyacente o explícita ante muchas actuaciones del protagonista. Es-tamos ante Historia de verdad, no embellecida. La vida de Napoleón no requiere de adornos, exageraciones, ni fantasía, para ser subyugante y hacer palidecer a los per-sonajes de las series de ficción, sin perder nunca su hu-manidad –que era mucha– y que no le impedía cometer acciones despiadadas que hoy constituirían crímenes de guerra. De haber caído en manos de los Aliados de la SGM en vez de en las de los flemáticos británicos de la época, sin duda le habrían ahorcado y habrían destruido su memoria. Entonces se limitaron a apoyar alguno de los numerosos intentos de asesinato. ¿Qué destacar de Napoleón? Es tarea imposible en unas líneas, pues el personaje es de una riqueza de matices, variedad de actitudes y aptitudes, conocimientos que le permitían intervenir en múltiples campos diferentes, y con una capacidad de evolucionar al compás de las cir-cunstancias generales y de las suyas particulares, que no admiten una síntesis breve. El autor cifra la clave en su evolución después de Austerlitz, concretamente cuando encumbró a su familia, pero el germen de sus defectos, que son más claros al final de su vida, está presente des-de el principio. Cada lector debe sacar al final su propia idea sobre el personaje y, con esta biografía encontrarán que no es tan fácil. Muchos de los hechos recogidos son claramente negativos, y desde luego las consecuencias de su actuación real, de una rapacidad sobre las otras nacio-nes sin paralelo hasta entonces, nada tiene que ver con lo que algunos indocumentados, con o sin premio, creen. Cada lector encontrará, en definitiva, sus pasajes favori-tos. A mí me han gustado especialmente la campaña de Italia, la preparación del golpe de Estado de Brumario (paralelo a su planificación y ejecución de operaciones, y un modelo de propaganda), su manejo de la información en relación con los objetivos de guerra (y naturalmente 102 personales), su actuación frente a la subversión (pasó de jacobino a constituirse en esperanza de orden y única ga-rantía de futuro, lo que le granjeó el apoyo general), junto a su reformas en tiempo récord una vez nombrado cón-sul. Aquellos que creen en historias como el centralismo borbónico, a la vez que alaban a las tropas invasoras de 1808, deberían leer este capítulo, en el que Napoleón impuso las reformas que, por su propio origen y esen-cia, eran difíciles o imposibles para el Antiguo Régimen, como la implantación de la enseñanza obligatoria en francés, pues hasta entonces se empleaba una cincuen-tena de dialectos o lenguas locales, algo esencial para consolidar una nación moderna. En definitiva, pudo aban-donar finalmente la Edad Media. También resulta intere-sante cómo se confeccionó el Código Napoleónico, y no solo su contenido. Es comprensible que no se atreviese, aunque sí evaluó, la posibilidad del libre comercio, favore-ciendo el proteccionismo paralelamente a la promoción de las clases más activas frente al inmovilismo. Renunció debido a la ventaja de Inglaterra, que ya había comenzado la Revolución Industrial el año de su nacimiento (no se trataba de una cuestión únicamente tecnológica, ya que el primer coche movido mecánicamente se había pro-bado precisamente en Francia el mismo año). También resultan apasionantes su tergiversación de la democracia (pero consiguiendo siempre los apoyos necesarios, que obtuvo por todos los medios posibles, falseando luego los acontecimientos) sin pasar claramente a la Historia como el tirano que fue. Impresiona su pragmatismo para tomar todo aquello que podía unir a la mayoría de ciuda-danos a su causa (desde el idioma a la religión fuese esta mahometana o católica según interesase). En el contexto actual llama la atención su capacidad para acabar con los movimientos subversivos (con independencia de su ma-yor o menor arraigo o fundamento) que le valió el máxi-mo apoyo cuando consiguió terminar con la guerra civil, largamente enquistada. Su primera acción de este tipo, en la que empleó por vez primera proyectil de metralla contra manifestantes, hubiese supuesto para cualquier otro pasar a la Historia como un monstruo, y la acción como paradigma de la tiranía contra el pueblo, pero lo interesante es cómo y por qué no sucedió así. Además de Austerlitz, culminación del genio Napoleónico, tam-bién es difícil no admirar la preparación y ejecución de la campaña de Prusia. Una obra gigantesca, monumental, titánica, que en ningún momento alardea de ser la biografía definitiva, pero que sin duda será difícil de superar. Un monumento a la capa-cidad de Roberts para cambiar de época (desde la SGM), y seguir escribiendo historia de primerísimo nivel. Para cualquier interesado en este personaje –y hay po-cos más apasionantes– que quiera reflexionar sobre la


Memorial de Infantería 72
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