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Memorial de Infantería 72

BIBLIOGRAFÍA 101 operación, Víctor con su mismo rango, apiadándose de la enorme cantidad de civiles y heridos acampados al este del río, sabía bien lo que podía esperarles al caer pri-sioneros. Decidió replegar el grueso de su unidad, que-dándose, todo un mariscal, ¡con un par!... de compañías, incumpliendo la orden directa de Napoleón y asumiendo una increíble responsabilidad. Estuvo acompañado en su delito por el general de ingenieros Eblé, que retrasó la quema del puente una hora y media sobre la estipulada en la orden directa del jefe supremo. ¡Esto sí es ayuda humanitaria! ¡Esto sí que es fidelidad al propósito por encima de la letra!... Su actuación era determinante: tras Smolensko, en una de las ocasiones en que la disciplina se desmoronaba, un soldado salió de la fila en plena lucha y dijo que no iba a combatir más, como en las películas. El general Gérad, encarándose con él, le dijo que si no volvía inmediatamente a su puesto le volaría la cabeza. Al negarse le descerrajó un disparo. No era un acto cruel ni gratuito; acto seguido habló al resto: no sois tropas de guarnición, sois soldados de Napoleón, se espera mucho de vosotros. « ¡Viva el Emperador! ¡Viva el ge-neral Gérard!» fue la aparentemente increíble respuesta (obviamente todos los soldados sabían su deber en esas circunstancias, simplemente era extremadamente difícil seguir cumpliéndolo, y necesitaban un estímulo que evi-tase el desastre). La suerte de los prisioneros, aunque en algunos casos, también hubo intervenciones llenas de hu-manidad, era aún peor si cabe que la de los combatientes. Por último resulta imposible no destacar a Ney, «bravo entre los bravos». Cuando Bonaparte, tras Smolensko, le dejó tirado y quedó aislado, la supervivencia de su cuer-po de Ejército parece descartada. Pero si vamos siguien-do su aventura contra toda esperanza, resulta imposible no alegrarse con el ejército en pleno, cuando por fin tomó contacto con el grueso en Orsha. Ney adquiere dimensiones de mito en Kovno, ya fuera de Rusia (aho-ra el emperador había abandonado a todo el ejército y nombrado a un sucesor, por cuestiones políticas y no militares, con las desastrosas consecuencias que podían esperarse), cuando los aliados que venían combatiendo admirablemente –y la mayor parte de los franceses– se vienen abajo, y la última compañía germana arroja la toalla al pegarse un tiro su capitán frente al enemigo. El mariscal queda solo con un puñado de franceses –sobra decir el arma– replegándose casa a casa, hasta llegar al último puente, donde tras hacer el disparo final arroja al río el fusil con el que combatía y se aleja caminando, para reaparecer en el puesto del general Dumas, que no le reconoció. «Soy la retaguardia de la Grande Armée, soy el mariscal Ney». No una odisea, sino un compendio de cientos, o miles de ellas. Un libro extraordinario. Completamente recomen-dable, sin distinción de empleos. NAPOLEON THE GREAT Andrew Roberts Allen Lane (Penguin Books, UK), London, 2014. 936 págs. «Estamos aquí para guiar a la opinión pública, no para discutir sobre ella». Napoleón. Napoleón el Grande Cuando se prepara este número, aún no se ha publicado en español este volumen, un retraso que afectó a an-teriores obras del autor, y que no deja de ser curioso cuando se le ha calificado como el mejor historiador bri-tánico vivo. Tal vez no llegue a traducirse, pero eso no afecta en nada a la validez de la obra. No se trata de una biografía al uso, para esto habría que decantarse por las clásicas, o por la más reciente de Tulard, bien recibida por la crítica y que resultarán más fáciles de leer a quien tenga como objetivo principal el entretenimiento. Para el lector militar, tiene un rival directo en Las Campañas de Napoleón de Chandler, re-impresa recientemente en castellano, una obra que no he leído, pero que, como consecuencia de la presente biografía, he consultado, y que resulta muy recomendable como libro de consulta, con posibilidad de animarse a la lectura completa. Chandler escribe bien, su objetivo es más militar, bastante ameno, y más detallado en la narra-ción de hechos de armas. Sin embargo, Roberts me parece imbatible en cuanto a su capacidad de presentar múltiples perspectivas, que nos permiten juzgar adecuadamente al personaje, así como en el manejo de fuentes, de una variedad increíble y que incluye muchas primarias.


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