Page 93

MEMORIAL INFANTERIA 68

MISCELÁNEA ron, entonces sí, a los habitantes de aquellas islas a través de la niebla, los ríos y en lo profundo de los bosques. Mucho después, otra legión de origen hispano desapare-cería entre las brumas de Calcedonia, para ser rescatada en la novela de Rosemary Sutcliff El águila de la IX, y cuya vida prolongaron Kevin MacDonald y Neil Marshall con La legión del águila y Centurión en los años en que el cine internacional recuperó la épica de Roma para la gran pantalla. Aquí no hubo tiempo. Ni ganas. Eternos sísifos, filmaban otra vez la misma guerra. LA BATALLA DECISIVA Estamos en el 48 a.C. Relativamente jóve-nes, los legionarios de la VI acumulaban ya aventuras hoy im-posibles: agregados a César en las Galias, licenciados, reengan-chados en Hispania por Pompeyo, derro-tados en Tarragona, escapados e incor-porados en Iliria al bando equivocado. Ahora, en Farsalia, trataban desespera-damente de liberarse de los scuta atravesa-dos por la andanada de pila arrojadas en carrera, de rehacer-se del impacto y el miedo, retrocedien-do apenas uno o dos pasos, para lanzar las suyas a pie firme. De-lante habían queda-do algunos cuerpos inertes que vendrían bien para estorbar la carga. Algunos ti-raron hacia atrás a los heridos, mientras otros avanzaban ce-rrando filas, olvidan-do Batalla de Farsalia. Arriba, las cohortes hispanas de Pompeyo todos el escalofrío que solo unos segundos antes les había recorrido el espinazo hasta penetrar la nuca, al re-conocer el graznido de los litui enemigos ordenando carga. Percibían por última vez desde la izquierda, ronca pero firme, la voz del centurión y el eco atrás y a la derecha del optio que les permitió trocar su nerviosismo en la fría determinación final, reafirmada al ver de reojo el dorso de 92 la mano del estandarte manipular, inverosímil espolón de vanguardia rompiendo en marea enemiga. Segundos des-pués el grito aterrador y el choque brutal3. La primera línea momentáneamente deshecha, había conseguido re-componerse. Al menos estaban libres de los proyectiles que volaban en profundidad hacia retaguardia, pero eso no era consuelo en el aterrador, devastador, combate cuerpo a cuerpo: empujar, golpear, abrir defensa lo mínimo posible, y lanzar el brazo para clavar el gladius. Enfrente, algunas vo-ces comprensibles, aunque no en latín. Ya lo esperaban, ha-bían reconocido las insignias, los escudos y los estandartes de las hispanas VIII y IX, hermanadas para suplir las terri-bles bajas sufridas en Dirraquium.En fuga la caballería y des-truida la Infantería ligera que la apoyaba, la élite pompeyana, la I Legión, retroce-día combatiendo y el centro de biso-ños italianos y sirios se desbandaba. En el ala derecha, los es-casos jinetes habían desmontado o huido, mientras la VI había resistido uno, dos, tres ataques. Pero los cesarianos se reorga-nizaban para el asalto final. Solo dos o tres cohortes de la VI, delgada línea rosa4, protegían todavía la retirada de sus com-pañeros. Rodeados, condena-dos por la arrogante ignorancia de unos aficionados que for-zaron a su general, Pompeyo el Grande, a abandonar una es-trategia lenta pero eficaz, para brindar a un genio la oportu-nidad de legarnos un 3 Se afirma que las legiones combatían en silencio. Sin embar-go para este periodo es difícil no creer a César respecto al uso de gritos de carga en el momento del asalto. 4 En esa época es muy probable que llevasen una túnica roja, que, según Philip Matyzsak (legionario), debido a la mala ca-lidad de los tintes utilizados, devenía en rosa.


MEMORIAL INFANTERIA 68
To see the actual publication please follow the link above