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MEMORIAL INFANTERIA 68

MISCELÁNEA ciones de armas”, armaron a los es-clavos29 hicieron acopio de maqui-naria y armas arro-jadizas, tapiaron las calles con una triple barricada de hasta tres pisos de altura y diseñaron auténticos mons-truos, torres mó-viles que se des-plazaban por las Los muros del templo de Taposiris Magna nos ilustran sobre la solidez de algunos edificios de Alejandría calles rectilíneas de la ciudad y desde las que lanzaban ataques continuos. Su capacidad de imitación de las tácticas romanas y de dise-ño de nuevos procedimientos admiraba a los cercados, pues “daba la impresión de que eran los nuestros los que imitaban su actividad”. Ejército y pueblo codo con codo, en armas contra aquel grupo de invasores. No podían fracasar. Por su parte, la hermana pequeña de Cleopatra, Arsinoe, había huido de palacio para unirse y liderar el ejército egipcio, lo que proporcionaba a su jefe, Aquilas, una po-sible herramienta para anular, llegado el caso, el uso que César pudiese hacer de los soberanos. Pero Arsinoe hizo asesinar a Aquilas y entregó el ejército a su preceptor el eunuco Ganímedes, un aliado más seguro. No tardaría este en demostrar su inteligencia: como el canal de distribución de agua se encontraba en su zona, comenzó a bombear agua de mar hacia las canalizaciones en la parte baja, en poder de los romanos. Conforme la mezcla se hacía insoportable la moral se fue deterioran-do, especialmente entre los menos curtidos que llegaron a amotinarse, exigiendo la huida. Pero no era la primera vez que César conjuraba una situación desesperada ha-blando a los soldados, a los que convenció “consolán-doles y razonando” la frecuente existencia en las costas de venas de agua dulce, y la imposibilidad de proteger una retirada escalonada, pues todos eran necesarios en primera línea en las murallas. Su suerte proverbial no le fallaría: en un solo día se encontró agua30. 29 Hircio, 2005, 287-289. 30 Suetonio en su Vida del divino Julio César, (pp. 102-108) nos ofrece diversas anécdotas que reflejan su estilo de mando y ejemplos de su capacidad de salvar situaciones potencialmen-te catastróficas de desmoralización o pánico, como también de enfrentarse a motines con decisión, manteniendo la disci-plina en las situaciones más adversas. César estaba convenci-do de su suerte, aunque también de que esta no era ilimitada, lo que (como suele suceder con otros grandes generales de más edad) le hizo “más indeciso para combatir”. 98 Ganímedes intentó entonces un ata-que por mar, pero también allí el nú-mero y la habilidad fueron derrotados por el valor y la ca-pacidad táctica. Pese a las circuns-tancias adversas, los romanos consi-guieron sostenerse en la guerra de ase-dio hasta la llegada por mar de la legión XXXVII, constituida con restos de varias unidades pompeyanas. Traía “un cargamento de tri-go, armas, dardos y maquinaria de guerra”31. Este refuer-zo no solo permitió aliviar la presión, sino disponer de capacidad para maniobrar. A partir de este momento, las fuentes no registran ningún ataque terrestre importante de los alejandrinos, aunque los dos bandos volverían a luchar por la supremacía en el mar, inclinándose también allí la suerte a César. ¿LEGIONARIOS O MARINES? Con el refuerzo y las obras defensivas bien apuntaladas, César pasó al ataque con una maniobra inesperada, lejos de la zona principal de combate, sobre la isla de Faro. Por ésta se extendía una población “de la extensión de una ciudad”32 y contaba con unas sólidas edificaciones con unos impresionantes muros de diez metros de altura. César lanzó una operación de sorprendente enverga-dura, un asalto anfibio por dos ejes con diez cohortes (unos 4.000 o 5.000 soldados ya que no se alcanzaba el número teórico de 600 por unidad). Los alejandrinos no se arredraron y acudieron a las playas para rechazar el ataque apoyando el despliegue defensivo de la Infantería en la costa con proyectiles lanzados desde las azoteas, así como con cinco naves que maniobraban “con gran peri-cia” en los bajíos manteniendo a sus enemigos apiñados en un terreno desfavorable. Sin embargo, mediante un reconocimiento agresivo se tomaron puntos en la costa que permitieron apoyar el avance para maniobrar sobre el enemigo desplegado en la zona llana, amenazando simultáneamente otros objeti-vos. Los alejandrinos no tuvieron la tenacidad de aguan-tar el “ataque sostenido” de esta improvisada infantería de marina y, como sir John Keegan nos enseñó que suele acontecer, el pánico se extendió desde la retaguardia si- 31 Hircio, 2005, 292. Este refuerzo podía suponer hasta 5.000 soldados, entre legionarios y auxiliares. 32 César, 2005, 266.


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