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278 Revista del Instituto Español de Estudios Estratégicos (IEEE) Núm. 5 / 2015 cuadros propios. Su núcleo estaba en la clase alta vinculados por lazos de parentesco e intercambios de favores. En tales condiciones, fue necesario establecer una alianza táctica con el Partido Democrático del Pueblo de Afganistán (PDPA), de ideología prosoviética. Era un partido pequeño, pero bien implantado entre la minoría urbana, que, durante la etapa de democracia liberal, había conseguido algunos diputados. Contaba además con numerosos seguidores entre los oficiales de rango medio. De ahí que su concurso resultase fundamental para organizar el golpe de Estado. El partido se encontraba dividido en dos facciones, llamadas igual que sus respectivos órganos de prensa. La facción Jalq, “Pueblo”, era más radical, abogaba por la toma revolucionaria del poder y la aplicación inmediata de reformas en profundidad. La facción Parcham, “Bandera”, se pronunciaba por la participación en un amplio frente de fuerzas progresistas, más inclinada a apoyar a Daud. Desde su punto de vista, la alianza con los comunistas prosoviéticos resultaba sumamente incómoda. Después de todo, al igual que sus más íntimos colaboradores, era un rico aristócrata. En estas condiciones, no resulta sorprendente que rompiera con el PDPA, lo hostigara y tratara de distanciarse de la Unión Soviética. El enfrentamiento se volvió inevitable y desembocó, en 1978, en un levantamiento militar saldado con la muerte del propio Daud y de cientos de sus colaboradores y familiares. El nuevo gobierno quedó mayoritariamente integrado por miembros de la facción Jalq, que marginaron progresivamente a los parchamis. Su política estribó en una radicalización de las reformas anteriores, unida a la decisión de imponerlas a sangre y fuego. Se intensificaron las medidas antipatriarcales, prohibiéndose los matrimonios arreglados y el “precio de la novia”, y se promulgó una reforma agraria basada en la expropiación a los terratenientes y la redistribución de tierras, al tiempo que se cancelaban las deudas contraídas por los campesinos con los usureros rurales. En paralelo, se desencadenó una ola de terror contra aristócratas, ulemas, líderes de las cofradías sufíes, opositores políticos y, en general, todos aquellos miembros de la minoría urbana no afines al nuevo régimen, como profesores, militares y funcionarios. Las víctimas se contaron por decenas de miles. El objetivo del gobierno jalqi consistiría en ampliar sus escasos apoyos mediante una rápida serie de reformas avanzadas, que movilizasen a una población pasiva. Se trataba pues de construir una base social desde arriba. El terror masivo debía aplastar la resistencia a estas medidas y neutralizar a sus adversarios. Contando con la ayuda soviética, el Estado debía realizar además cuantiosas inversiones en infraestructuras, educación y sanidad, que mejorasen las condiciones de vida de la mayoría de la población y se atrajesen también sus simpatías. Pero justamente se produjo el resultado contrario y, pasado un año, la rebelión se había extendido por casi todo el país, dejando cercado al gobierno en las grandes ciudades, mientras las deserciones diezmaban al ejército. Esta rebelión masiva respondió a varias causas. En primer lugar, la mayoría de la población vivió las reformas como una inaceptable intromisión del Estado en contra de la autonomía tradicional de las comunidades locales. Estas reformas fueron http://revista.ieee.es/index.php/ieee


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