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88 Revista del Instituto Español de Estudios Estratégicos (IEEE) Núm. 5 / 2015 gobernadas” (milel-i mahkûme), las otras religiones.16 El mismo califa Abdülmecid I fue llamado el “soberano infiel” (en turco otomano, gâvur Padişah). En las provincias árabes, mientras tanto, la indignación que habían despertado estas reformas fue incluso más palpable.17 En algunas ciudades sirias, los gobernantes se negaron incluso a aplicar las nuevas disposiciones promulgadas. Finalmente, el descontento culminó en las matanzas de cristianos de Siria y Líbano, que se produjeron en el año 1860. Estos episodios sangrientos fueron, a fin de cuentas, los primeros de un posterior cambio social que bien puede achacarse a la intención de hacer desaparecer la supremacía del islam en el territorio. En el Hiğāz, una zona de fuerte influencia wahabí, el nombre del califa-sultán fue deliberadamente omitido en los sermones de la oración solemne de los viernes;18 se alimentaban de esta forma las expectativas de lo que, posteriormente, vendría a transformarse en una abierta reivindicación a favor de un califato puramente árabe. Retomamos por un momento la imagen a la que hemos aludido al comienzo, el deseo de instaurar un califato árabe y salafista,19 que reuniera en torno a sí a todos los súbditos que habitaban los territorios otomanos, se remonta precisamente al periodo señalado. De hecho, la idea de que los árabes son más dignos que otros para emprender una regeneración del Islam, por medio de un califa árabe, ya está presente en autores como cAbd ar-Rahmān al-Kawākibī (m. 1903) o Rašīd Ridā; aunque, curiosamente, el germen de esta propuesta parece provenir de Gran Bretaña, inspirada por la intención de debilitar el imperio otomano.20 La ruptura con la tradicional organización religiosa se convertiría, en los años siguientes, en un problema permanente al que iba asociada una reivindicación que ha perdurado hasta nuestros días. No podemos saber qué habría sucedido si, tras la derrota otomana del año 1918, hubiera tenido continuidad la iniciativa del efímero reino árabe de Siria con el emir Faysal hijo de Husayn, jerife de la Meca, a su cabeza. 16  Cf. Roderic H. Davison, Reform in the Ottoman Empire, 1856-1876, Princeton: Princeton Univ. Press 1963, 57; Kemal H. Karpat, The Politicization of Islam: Reconstructing Identity, State, Faith, and Community in the Late Ottoman State, Oxford: Oxford Univ. Press 2001, 77. 17  Cf. Moshe Ma’oz, “Communal Conflict in the Ottoman Syria during the Reform Era: The Role of Political and Economic Factors”, Christians and Jews in the Ottoman Empire. The Functioning of a Plural Society (Benjamin Braude y Bernard Lewis, eds.), 2 vols., Nueva York-Londres 1982., vol. 2, 91-92. 18  Cf. Kemal H. Karpat, The Politicization of Islam: Reconstructing Identity, State, Faith, and Community in the Late Ottoman State, Oxford: Oxford Univ. Press 2001, 77. 19  El término wahabí proviene del Muhammad ibn cAbd al-Wahhāb (1703-1792) fundador de este movimiento precursor del salafismo en su búsqueda de un Islam primitivo y árabe. 20  Como el poeta Wilfred Scaven Blunt en su libro The Future of Islam (1881). Cf. Maxime Rodinson, Los árabes, Madrid: Siglo XXI 2005, 85-86. http://revista.ieee.es/index.php/ieee


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