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REVISTA DE HISTORIA MILITAR EXTRA I 2015

EL HIMNO NACIONAL 143 redactado, no se corresponde con lo dispuesto en la Ordenanza de Infante-ría. Según lo reproduce Redondo Díaz, el decreto ordenaba que la marcha que algunos designan con el nombre de prusiana, sustituya a la marcha regular de las ordenanzas para rendir los honores a SM., la reina, prínci-pe y princesa de Asturias; y en lo sucesivo se use sólo de ella en los casos expresados. Lo firma en San Ildefonso (La Granja) el 3 de septiembre de 1770: Juan Gregorio de Muniain (Conde de Priego). Seguramente es falso. Sin embargo, Redondo Díaz llega a admitir que podría referirse a la Marcha Real Fusilera, anónima y que, según Fernández de la Torre, tiene cierta si-militud y parece derivada de la Marcha Fusilera de Espinosa que figura en el Cuaderno (1769). Con todo, el aire español de ambas es indudable, como lo es también el de la Marcha de Granaderos. Y si Federico II hubiera hecho un regalo musical a Carlos III, por ejemplo con motivo de su enlace con Maria Amalia de Sajonia durante su reinado en Nápoles (según una nueva versión de la leyenda), hubiese sido una composición barroca muy distinta a estas marchas con ritmo de pavana. Lo único que puede afirmarse acertado del citado decreto es que todas estaban concertadas a la prusiana; es decir: para pífanos, clarinetes y tambores, pues tampoco existía una única marcha regular de las ordenanzas en 1770. Finalmente, la obra del Marqués de San-ta Cruz de Marcenado, sobre la que se centra la pretendida conversación, es Reflexiones militares y no Consideraciones militares. Esta anécdota, pero sólo centrada en este libro y con Federico II, también se cuenta del hijo y heredero del Marqués de Santa Cruz (González Posadas: Memorias edición facsímil de Bibliófilos Asturianos. Luarca, 1972, pág. 286). En este caso, el suceso concuerda más con la época y los personajes que intervinieron, por lo que podría ser cierta. Se repitió tantas veces esta historieta que el musicólogo Nemesio Otaño llegó a conceder verosimilitud a la leyenda en 1939. Incluso Rafael Olae-chea y José Benimelli, en su biografía del Conde de Aranda, dieron por histórica la anécdota, cuando, por los datos obtenidos de las fuentes que manejan, podían haber deducido que fue imposible el encuentro entre el rey y el conde durante el viaje de regreso de éste a España. Según reconocen los que fueron directores de nuestras bandas militares, el general Grau en la Guardia Real o el teniente coronel Moreno Gómez en Cuartel General del Ejército, la Marcha de Granaderos tiene un aire muy español, no en vano su antecedente es una pavana; en consecuencia, consi-derar a Federico II autor de la misma para dársela a Carlos III es, según es-cribía García Valdecasas, como si Olof Palme (presidente socialdemócrata del gobierno de Suecia cuando se publicó el artículo) nos pudiera regalar, a estas alturas, el fandango de Huelva por mucho que se empeñe.


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