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REVISTA HISTORIA MILITAR 116

118 MARIANO CUESTA DOMINGO Con base en San Francisco de Quito había que proceder a gobernar. Orellana (1540) se puso a disposición de Gonzalo Pizarro (en persona y con el capital que había amasado, 40.000 pesos de oro). Sería la expedición en busca del País de la Canela.27 La compañía estaba compuesta por un lucido grupo de 350 españoles y el viaje fue especialmente duro, difícil y peligroso.28 Atravesaron la región de los quijos sufriendo males de altura, fríos extremos, una topografía intrincada que imprimía gran lentitud a su marcha e, incluso, soportaron algunos temblores. El descenso de la sierra hacia la Amazonia no era más fácil. La climatología era adversa (altas temperaturas, pluviosidad intensa); cursos fluviales torrenciales (los rápidos complicaban la marcha y el paso de los pongos ponía en peligro a los expedicionarios); lo envolvía una atmósfera permanentemente húmeda y cálida que acentuaba la fatiga.29 Orellana (segundo al mando) tras Gonzalo Pizarro alcanzaron, agotados y hambrientos, el río Coca. El afluente no daba mayores facilidades a una marcha que parecía conducir a ninguna parte a través de un inhóspito y vacío espacio verde. Construyeron una barcaza a la que dieron un nombre genérico de bergantín, el «San Pedro» y, con ella, Francisco de Orellana procedió a efectuar una descubierta y una búsqueda de auxilios (comida); en realidad comenzó el viaje más extraordinario efectuado en este período por el continente americano. En el «bergantín», con 56 españoles —entre ellos fray Gaspar de Carvajal, fraile dominico y cronista de la epopeya—, iniciaron su navegación (26 de diciembre de 1541) por el río Coca hacia el Napo; golpeados por troncos flotantes y rocas sufrieron daños importantes y hasta un naufragio; no tenían ni comida ni posibilidad de regresar. La situación era crítica, de supervivencia; la carencia de alimentos se evidencia en las, sin duda hiperbólicas, o no tanto, palabras de Carvajal: «comíamos cueros, cintas y suelas de zapatos cocidos» en aguas malsanas y aderezados con yerbas que eran tóxicas, frecuentemente, y aunque no fueran mortales conseguían producir desarreglos fisiológicos cuya gravedad era impredecible (López-Ríos, 1993); no podían tenerse en pie, se producían desmayos (ese fue el menú del día de Año Nuevo de 1542). Orellana se vio forzado a proseguir aguas abajo; el camino hasta la desembocadura del gran río presumiblemente más fácil. Previamente, en un 27  Después de la bien pertrechada e infructuosa expedición de Gonzalo Díaz de Pineda (1538). 28  Todavía, en 1777, Francisco de Requena describe aquellos caminos, sus asperezas y peligros «insuperables para la tropa», riesgos de la navegación, etc. Descripción de los varios cami-nos que dan paso desde la ciudad de Quito al río del Marañón, para acompañar al mapa..., Servicio Histórico Militar, Madrid, sig. Q-7-207. 29  Finalmente hallaron un arbusto semejante a la canela; pero no era susceptible de explotación económica dada la distancia, incomunicación, falta de calidad y dispersión de la especie productora. Revista de Historia Militar, 116 (2014), pp. 103-154. ISSN: 0482-5748


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